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¿Por qué los economistas fallan en sus proyecciones?

“La economía no es un acto de fe ni de magia. Por ello, los economistas no predicen, pues en ese campo la respuesta de cualquier persona puede ser igualmente válida”.

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Muchos piensan que los economistas saben cuánto crecerá la economía o cuánto costará el dólar a fin de año, etc. Sin embargo, nadie conoce el futuro. En economía se aprende a proyectar, no a predecir o adivinar. Como toda proyección se hace sobre ciertas suposiciones, es casi natural que existan márgenes de error. ¿Por qué es así? ¿Es acaso que cada economista busca equivocarse a propósito? ¿Cómo se hacen las proyecciones?
Todos queremos saber qué ocurrirá en el futuro. Es una condición innata del ser humano. Y, de alguna manera, todos pensamos sobre el tema. Imagínese un médico que va a operar a un paciente. ¿Puede asegurar que todo saldrá bien? Dentro de ciertos límites, sí, pues antes ha hecho una serie de análisis que le brindan un grado de seguridad, pero nunca es total. Y eso ocurre porque, durante la operación, pueden presentarse hechos imprevisibles que nadie habría contemplado antes de la misma.
Ahora pasemos a un economista. En primer lugar, lo único cierto es que no sabe con precisión qué pasará en el futuro. En segundo lugar, lo anterior no quiere decir que no tenga una idea, pues vive pensando en lo mismo. En tercer lugar, si la pregunta se hace a dos economistas, lo más probable es que uno diga algo y el otro lo contrario. En cuarto lugar, las respuestas opuestas merecen una explicación.
La economía no es un acto de fe ni de magia. Por ello, los economistas no predicen, pues en ese campo la respuesta de cualquier persona puede ser igualmente válida. Entonces, ¿qué diferencia a los economistas de los demás analistas profesionales? Pues que los economistas proyectan sobre la base de modelos.
Un modelo es una simplificación de la realidad. Primero, hay que establecer una relación entre el comportamiento de la economía y las principales variables que inciden en su determinación, como, por ejemplo, la evolución futura de la inversión privada que recién en el primer trimestre ha tenido un comportamiento positivo luego de seis trimestres seguidos. ¿Qué se sabe? Que depende de las expectativas.
La clave está en comprender que las proyecciones que hagamos dependen de los supuestos de los cuales partimos. Si asumimos que las expectativas mejorarán y que mejorará el comportamiento de la economía mundial, entonces el resultado será tal. Imagínese que las expectativas de los inversionistas se mantengan en campo pesimista. La proyección será negativa. Otro economista que suponga lo contrario presentará una visión optimista. Si suponemos que ninguno de los dos tiene una postura interesada a favor o en contra del gobierno, entonces es perfectamente posible que ambos puedan tener razón. Por eso debemos ser muy cautelosos con las proyecciones. Piense en diciembre de 2022, vea las proyecciones de 2023 y luego chequee quiénes estuvieron más cerca y quiénes no. Tal vez por ahí habría que comenzar.
Nada de esto descalifica a una proyección, sino que hay que entender que nadie sabe qué pasará en el futuro con precisión. Lo que sí queda claro es que un profesional deja de lado su postura ideológica para no forzar el resultado que quiere que ocurra. Si no lo hace, es un hincha, pero no un profesional.
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