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Pierre Castro: Yo tuve un profe
“Tengo muchos amigos profesores que dictan clases mucho más memorables que las mías”.
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De acuerdo. Esta es mi penúltima columna, así que se me ha ocurrido esto: la vamos a escribir entre todos. Porque lo paja de las historias, así como nos pasa con las risas, es que la primera siempre trae más. Antes tengo que hacer una confesión. Yo no soy un gran profe. Diego me dio esta columna porque cuando empecé a enseñar Literatura, estaba tan maravillado con las pastruladas de mis alumnos que las contaba todas en mi Facebook. Diego las leyó y me dijo: Pierre, tienes que escribir un libro de esto. Y así empezó todo. Sin embargo, hay un largo camino entre contar una historia divertida y lograr que un chico aprenda algo. El año pasado, cuando mandé a mis alumnos a hacer memes sobre La ciudad y los perros, se armó tal desmadre que la noticia apareció en todos lados. Un día abrí un periódico y vi mi foto junto a los memes. ¿Cuántas veces un profe encuentra su foto en el diario por la forma en que dio una clase?
La fama es un mono con metralleta. Tengo muchos amigos profesores que dictan clases mucho más memorables que las mías. Así que hoy vamos a equilibrar la balanza. Vamos a contar la historia de ese profe que nos encontró extraviados y nos dijo: ven, muchacho, es por aquí. Pregúntense, ahora que son grandes, qué habría sido de ustedes si nunca les hubiesen enseñado a usar una crayola, a escribir su nombre, a sumar manzanas, a tomar una foto bonita, a construir una maqueta, a entender el átomo, a distinguir una corchea, a diagnosticar una enfermedad. Recuerden a su profe especial y cuenten la historia. Pueden empezar así: YoTuveUnProfe. Por ejemplo, yo tuve una profe que ardía en llamas cuando leíamos un cuento sin emoción. Mis amigos decían que estaba loca, pero si no fuera por ella, yo no me sentaría todas las mañanas a escribir historias. Y bueno, ya sé que esto parece una de esas malditas cadenas, pero, en todo caso, es una cadena de gratitud a algo verdadero. Porque la vida es un laberinto. Y cuando un profe logra que aprendas algo, las paredes del laberinto se vuelven puertas.
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