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Pierre Castro: El país inexistente
“A soñar con un país que aún no existe pero que surge y por el que muchos seguiremos luchando”.
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La metamorfosis no sería un libro tan célebre si no fuera porque –por lo menos una vez en nuestra vida– todos los seres humanos nos hemos sentido insectos.
Insignificantes insectos vueltos sobre nuestra coraza y agitando las patas sin poder levantarnos. También hay días en que nos embarga el instinto asesino de American Psycho o días en que somos como el Bartleby de Melville y solo podemos contestar a todo: Preferiría no hacerlo. Sin embargo, hay días en los que no solo nosotros sino todo el mundo nos parece una ficción. Y a mí hay días en los que el Perú me parece una de esas terribles distopías del futuro imaginadas por Orwell o Huxley. Un indeseable lugar creado por un escritor pesimista o por uno que quiere hacernos reaccionar poniéndonos cara a cara con nuestra miseria moral. ¿Cómo si no sería posible un país en el que una pandilla de congresistas lucha para que el pueblo siga viviendo en la ignorancia? ¿Cómo si no viviríamos en una sociedad en la que la gente grita #NoTeMetasConMisHijos cuando intentas enseñarles a respetar a las personas sin que importe su género? Por suerte, las distopías han sido creadas para despertarnos. Bradbury no escribió Fahrenheit 451 porque realmente creyera que algún día los bomberos se dedicarían a quemar libros.
Él mismo advirtió que no era necesario quemar los libros para acabar con la cultura, bastaba con hacer que la gente dejara de leerlos. Saramago no escribió Ensayo sobre la ceguera porque temiera una futura plaga de miopía y astigmatismo sino porque quería decirnos que de alguna forma ya estamos ciegos. Tal vez esta distopía que estamos padeciendo, en la que la educación se convirtió en un negocio y en la que muchos políticos luchan para que el oscurantismo en el que pueden seguir robando nunca desaparezca, sea uno de estos libros con los que terminamos espantados y que nos impulsan a buscar el otro camino. A soñar con un país que todavía no existe pero que poco a poco surge y por el que muchos –en nuestras casas, en las aulas y este lunes en las calles– seguiremos luchando.
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