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Pierre Castro: Cuento sin moraleja
“Aun así tengo alumnos que se las ingenian para que Henry Miller suene como el Hermano Pablo”.
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Si hay algo que me enloquece al corregir exámenes, incluso más que la mala ortografía, es que mis alumnos traten de encontrar la moraleja en los cuentos que les mando a leer. ¿De dónde les vendrá –me pregunto– creer que toda la literatura es una parábola del Señor? Mi primera teoría fue que de chiquitos leyeron a Esopo y a Samaniego. Mi tía Magali también me leía esas fábulas antes de dormir: La cigarra y la hormiga, Los dos amigos y el oso, El cuervo y el zorro. Me gustaba sobre todo la fábula de la lechera que iba con su cántaro y soñaba con los pollitos, el puerco y la vaca que compraría al vender la leche. Odiaba el final. Odiaba que por distraída se le rompiera el cántaro y se le desplumaran los soñados pollos. Fue la primera moraleja que me sonó cojuda. ¿Por qué estaba prohibido soñar como la lechera? ¿Por qué no podíamos vivir cantando al sol como la cigarra? ¿No lo hizo Mercedes Sosa?
Pero vamos, que la culpa no es de Esopo. La culpa es de Facebook y de esas frases de sabiduría en sachet que llenan los muros. He visto montajes en los que Mafalda dice cosas tan ñoñas que hasta parece Susanita. Fuera de contexto, un diálogo de Wilde de pronto parece extraído de un libro de Deepak Chopra. ¡Con razón no les gusta leer, pues! Los adolescentes están hartos de recibir consejos de sus padres, de sus profesores, de la sociedad. Y si los libros también se suman a este cargamontón de buenas costumbres, ¿cómo no mandarlos al diablo? Yo me enamoré de los libros porque ahí encontré antihéroes. Tipos a los que les importaba un rábano la forma en que el resto del mundo vivía y hacían lo que les daba la gana. Aun así tengo alumnos que se las ingenian para que Henry Miller suene como el Hermano Pablo. Pero se acabó, carajo. Ahora solo les voy a dar libros malditos, libros moralmente indefendibles, libros que les violen el cerebro. Quiero ver cómo se las ingenian para redimir a Patrick Bateman, el psicópata americano. Vamos a ver si logran encontrarle la moraleja a la Historia del ojo de Bataille y a Las once mil vergas de Apollinaire.
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