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Lo que se pierde
La ausencia de algo que otros, casi todos, tienen es, por definición, algo doloroso.
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Roberto Lerner,Espacio de crianzahttp://blogs.educared.org/espaciodecrianza/
La ausencia de algo que otros, casi todos, tienen es, por definición, algo doloroso. Algo que explica el rumbo que toman algunas vidas, o los rasgos de las personas que sufren las poderosas carencias. Puede faltar un miembro del cuerpo, o su movimiento, por ejemplo. O una persona. No estoy hablando de una pérdida. Sino, más bien, de algo que todos tenemos pero que algunas nunca tuvieron.
Por ejemplo un padre que murió antes del nacimiento de su hijo. Y, si, digamos, la madre no rehizo su vida de pareja y fue especialmente sobre protectora, las figuras paternales terminaron siendo ocasionales, algunos maestros, uno que otro entrenador de algún deporte, quizá un colega.
Y, claro, no hubo entonces esa admiración intensa, esa idealización sin límites, esa convicción absoluta que uno está frente a un modelo que quiere imitar, alguien como quien uno quiere ser, va a ser. Una referencia que no admite matices, una fuente de respuestas siempre veraces y relatos siempre maravillosos.
Aunque, como en el caso de ciegos de nacimiento o quienes nacieron sin una mano, entendemos que lo que nunca se tuvo define experiencias absolutas, en el caso mencionado, sí es posible imaginar lo que hubiera sido tener un padre.
Pero casi siempre son los aspectos que enumeramos dos párrafos arriba. Cuando lo que también se deja de tener, tan o más importante, es la experiencia de desilusionarse, sentirse traicionado, desencantarse, odiar; para luego, llegar a una imagen más humana, equilibrada y realista del padre querido. Una representación más madura.
Comprender lo que se pierde en toda su dimensión y matices —positivos y negativos— es una parte del duelo de no haber tenido a alguien.
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