“Nos estamos tomando tiempo porque queremos poner un buen directorio. No nos gusta hacer cambios a cada rato, sino gente que está dispuesta a estar trabajando ahí por un buen tiempo”, ha dicho el último miércoles el ministro de Economía, José Arista.
Es verdad que uno de los problemas que ha tenido la empresa ha sido el alto nivel de rotación de los directores. Según un informe publicado por Perú21, el promedio de duración de un ejecutivo de ese nivel no pasa de 11 meses. No hay profesional que resista la lógica de una institución que sobrevive solo porque vampiriza recursos del Estado peruano. Pero lo que también debería aclarar el ministro –y deliberadamente evita hacerlo– es si es verdad que Dina Boluarte está entrampando la conformación del nuevo directorio al insistir con llevar al izquierdista Alejandro Narváez a que lo presida.
Porque también existe la posibilidad de que simplemente se ratifique al directorio renunciante, con Oliver Stark siempre al timón, para que ejecute el plan de salvataje con que se reestructuraría completamente la empresa. Aunque ello implicaría al menos que la Junta de Accionistas –integrada por los ministros de Economía y Energía y Minas, así como los viceministros de Economía, Hacienda e Hidrocarburos– se reúna, evento que se posterga una y otra vez so pretexto de cruces de agenda.
Lo cierto es que siguen pasando los días y la petrolera estatal continúa acéfala y perdiendo dinero. Recordemos que hace unas semanas el Estado autorizó –por enésima vez– una transferencia de fondos para que pueda seguir solventando sus gastos, en esta oportunidad, de 750 millones de dólares, que según el ministro Arista, la empresa devolverá conforme vaya reduciendo costos y generando mayores ingresos. La experiencia, sin embargo, indica que, en el caso de Petroperú, ese ofrecimiento tiene menos peso que una promesa electoral.
El candidato de Boluarte para ese directorio, paisano suyo (lo que desde ya nos recuerda prácticas de anteriores mandatarios, y a qué conducen esas preferencias para puestos del Estado), es un personaje que, como se sabe, minimiza los problemas financieros de la empresa y ha dicho que, de ser nombrado, no aplicaría el plan de salvataje, que recomiendan todos los expertos consultados. Es decir, otro representante más de la demagogia estatista, por muy técnico que parezca su lenguaje.
Mientras tanto, el dinero de todos los peruanos se sigue yendo por un caño que no tiene cuándo cerrarse.