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Pequeñas f(r)icciones: “Preparen, apunten, ¡voten... lo!
Apenas se vio a sí mismo ingresando descalzo en el Congreso, comprendió que se trataba de un sueño. Caminó hasta el hemiciclo y se dispuso a ejercer su defensa ante la moción de vacancia. Se paró frente al estrado y notó con horror que todas las hojas de su discurso estaban en blanco. Entonces, recordó que nada era real y se animó a improvisar algunas palabras, pero enmudeció al observar que todos los congresistas carecían de rostro. Asustado, trató de despertarse, una, dos, tres veces, hasta que, por fin, agitado, abrió los ojos y volvió a la realidad.
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Apenas se vio a sí mismo ingresando descalzo en el Congreso, comprendió que se trataba de un sueño. Caminó hasta el hemiciclo y se dispuso a ejercer su defensa ante la moción de vacancia. Se paró frente al estrado y notó con horror que todas las hojas de su discurso estaban en blanco. Entonces, recordó que nada era real y se animó a improvisar algunas palabras, pero enmudeció al observar que todos los congresistas carecían de rostro. Asustado, trató de despertarse, una, dos, tres veces, hasta que, por fin, agitado, abrió los ojos y volvió a la realidad.
-Pedro -dijo su esposa, todavía sin abrir los ojos del todo-, ¿otra pesadilla?
-Sí, otra vez con la vacancia. Esta incertidumbre me tiene loco.
La primera dama se frotó los ojos y, un momento después, volteó para mirar al presidente.
-Pero no entiendo. ¿No se supone que con todos los niños que tenemos en el Congreso la vacancia era imposible?
-Es cierto, pero al parecer la oposición ha logrado que algunos nos den la espalda.
-Ahora la que va a tener pesadillas soy yo. ¿Y qué dice el premier?
-No sé, no he hablado con Betssy.
-¿Cuál Betssy? Te estoy hablando del Aníbal.
De pronto, el rostro de la primera dama suavizó sus facciones. Una leve sonrisa apareció.
-Pero, Pedro, ¿y si somos positivos? ¿Te imaginas que la vacancia vuelva a caerse? Sería una vergüenza para la oposición.
-Sí, pero, ¿y si no se cae? ¿Y si el que se cae soy yo?
-No te preocupes, Pedro. Yo estaré siempre junto a ti.
-¿Siempre?
-Bueno, los días de visita.
Dos horas después, el expremier Aníbal Torres llega a Palacio de Gobierno. Casi no ha desayunado. Solo tuvo tiempo para tomar su imprescindible tazón de café sin azúcar. Tuvo que esperar 15 minutos a que el presidente Castillo aparezca en el despacho presidencial.
-Aníbal, no puedo más con la ansiedad -dijo Castillo, entrelazando los dedos-. Dime, ¿cómo van los votos? ¿Llegan a los 87?
El expremier alzó el rostro y su mentón parecía apuntar a los ojos de Castillo.
-Mis fuentes dicen que es poco probable.
-¿Poco probable? Hasta hace poco me decías que era imposible. Estamos retrocediendo.
-No se preocupe. Tengo a todos mis hombres haciendo averiguaciones y negociando; incluso he mandado a los miembros de mi seguridad a hacer lo mismo.
-¿Y has dejado solo tu carro?
-No, cómo cree. Betssy me lo está cuidando.
-Sí, mejor. Están robando en todos lados.
El expremier se quitó los lentes para limpiarlos.
-Sobre la vacancia, le voy a pedir que se tranquilice, señor presidente.
Castillo se levantó de súbito de la silla y empezó a caminar por la oficina. Se paró cerca de la puerta y, desde ahí, miró al expremier.
-No puedo. Estoy con los nervios de punta. Necesito más información.
-Por ahora es todo lo que tenemos. A menos que…
-¿A menos que qué?
-Bueno, yo conozco a una persona que puede saber si lo van a vacar o no.
El presidente abrió los ojos y dibujó una sonrisa.
-Llámala, que venga. ¿Quién es? ¿Uno de tus analistas? ¿Alguien de inteligencia? ¿Alguno de nuestros niños del Congreso?
-No, es un chamán, un brujo, algo así. Se llama Eusebio sin H.
-¿Eusebio sin H? Pero Eusebio no tiene H. No entiendo.
El presidente Castillo y el expremier Torres acababan de tocar la puerta. La casa era una construcción de cuatro paredes de adobe, junto a un enorme patio que terminaba en las laderas de un cerro.
-No entiendo por qué no simplemente le dijimos que vaya a Palacio.
-Este hombre tiene sus cosas. Solo atiende aquí y, como ve, vive lo más aislado posible.
-¿Pero sabe que venimos?
-Claro, saqué la cita por internet.
En ese instante la puerta se abrió y el aliento añejo de la casa les golpeó el rostro. El hombre estaba descalzo, vestía solo una túnica y una cuerda hacía las veces de cinturón. Por dentro la casa estaba dividida en varios espacios, todos separados solo por cortinas. Al final se sentaron en el espacio más alejado.
-Mire, estamos apurados -dijo el expremier-. Así que le pido que sea lo más concreto posible.
El hombre lo miró sin inmutarse, como si la conversación no
fuera con él.
-Aquí el señor presidente le va a hacer una pregunta.
Castillo se tomó un par de segundos para aclararse la garganta. Luego miró fijo a los ojos del hombre.
-Dígame, ¿por qué se hace llamar Eusebio sin H, si es obvio que Eusebio no lleva H. O sea, si usted…
-No, señor presidente. Esa pregunta no -dijo el expremier-. La otra, la de la vacancia.
-Ah, sí, claro. Dígame, ¿qué va a pasar con el pedido de vacancia?
El hombre cerró los ojos. Juntó las palmas de sus manos y las pegó a su pecho, como si estuviera empezando a rezar. Dio un suspiro largo y volvió a abrir los ojos. Luego se inclinó con cuidado hacia el presidente.
-¿Me puede repetir la pregunta?
-La pregunta es concreta -intervino el expremier-. ¿La oposición tiene 87 votos para la vacancia? Sí o no.
Apenas Torres terminó de hablar, el hombre volvió a cerrar los ojos. Esta vez se cubrió el rostro con las palmas de sus manos. Entonces, de golpe, retiró las manos y abrió los ojos.
-No -dijo-. No tiene.
Castillo y Torres sonrieron ampliamente y hasta se dieron un abrazo. Más tranquilo, incluso agradecido, el presidente le repreguntó al hombre.
-¿Y entonces cuántos tienen?
-Más -dijo el hombre- Muchos más.
Los ojos de Castillos se abrieron como dos discos de vinilo.
-Entonces me van a vacar.
-No sé. Yo le digo lo que veo hoy. Todo puede cambiar.
-El miércoles es la votación. Dígame, ¿dónde me ve el jueves?
-En Palacio.
Castillo respiró aliviado.
-Esa es una gran noticia. Me ve entonces en Palacio de Gobierno.
-No, en Palacio de Justicia.
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