(Foto: GEC)
(Foto: GEC)

La novela Cerrón-Castillo continúa. Ahora, para entretener a la platea, el presidente presentó su renuncia a su militancia en Perú Libre ante el JNE y lo ha hecho público mediante un tuit en el que arguye como pretexto que lo hace por la responsabilidad que tiene con 33 millones de peruanos.

No exageramos cuando hablamos de una novela porque todo este circo del pedido de renuncia a su militancia y el acto formal ante el JNE es parte de una historia tragicómica donde la vendetta, el chantaje y la repartija del poder son las monedas de cambio.

Que quede claro que aquí no hay una posición principista y menos un disenso partidario que ha desencadenado en una fractura del partido político que llevó a Castillo al Gobierno, es evidente que son otros los argumentos de fondo; aquí priman intereses sibilinos y hasta mercantilistas para la repartija del poder.

Por eso, hablar de Perú Libre como un proyecto político, como pretenden vendernos los cerronistas, es una falacia. Como lo explicamos en la columna de ayer, esta es la chacra de Cerrón y ahora están arreglando cuentas al estilo de las mafias porque el barco se hunde y ustedes ya saben quiénes son los primeros en saltar del barco.

Cerrón tiene la esperanza puesta en sus acuerdos bajo la mesa para ceder sus votos en la elección de un Tribunal Constitucional conservador, porque aspira postular en este hipotético adelanto de elecciones y necesita un hábeas corpus para tumbarse la sentencia por corrupción que le impidió ser vicepresidente; sospecho que esa es otra de sus motivaciones para supuestamente deslindar del Gobierno.

Ahora, si realmente Castillo pensara en el país o le quedara algo de dignidad, podría hacer el último acto de su Gobierno: organizar una salida responsable de esta crisis renunciando y convocando a nuevas elecciones generales; pero es pedir peras al olmo. Recuerden que ambos son caimanes del mismo pozo, así que esta novela continuará.