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[Editorial] Golpe de mentiras
“La verdad sobre este malhadado episodio de la vida política del país se va abriendo paso”.
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La declaración de una testigo de la Fiscalía ha puesto en evidencia la actuación de la expremier Betssy Chávez el día en que Pedro Castillo anunció su írrito golpe de Estado.
Ella no solo habría estado al tanto todo, sino que además se dice que felicitó por su discurso al todavía presidente de la República y se aprestaba a ser la orquestadora del nuevo e ilegítimo régimen, ofreciéndose incluso a anunciar cambios y decretos.
La tacneña, entonces, mintió cuando se presentó ante la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales del Congreso para responder sobre su participación en el amago dictatorial que terminó con el gobierno del cual era parte.
Como se sabe, en dicha oportunidad, aseguró ante los legisladores que ella no conocía el contenido del discurso que iba dar el ahora expresidente, donde anunciaba el cierre del Parlamento y otras medidas antidemocráticas e inconstitucionales.
La verdad sobre este malhadado episodio de la vida política del país se va abriendo paso. El hombre de Chota no actuó solo: han surgido indicios de que por muy desesperado que estuviera, llegó también a realizar coordinaciones mínimas con miembros de su entorno. Y aunque librado a la improvisación, cual era su costumbre, Castillo tuvo que haberse sentido apoyado de alguna manera por colaboradores, partidarios o algunos ministros para haberse lanzado a la piscina ese infausto 7 de diciembre.
Y cuando él y sus adláteres se dieron cuenta de que la piscina estaba sin agua, salieron disparados en distintas direcciones. El más conspicuo, rumbo a la embajada de México con su familia, pero otros –como al parecer es el caso de la expremier– se limitaron a hacerse los distraídos, a proclamar que no sabían nada y que el discurso golpista los había tomado por sorpresa.
Todos, salvo Aníbal Torres, marcaron distancia de inmediato con el hoy inquilino de la Diroes, dejándolo solo y casi que jugando al Gran Bonetón cuando se les interrogaba si sabían algo de lo que se maquinaba en Palacio (“¿Yo, señor? / ¡No, señor!”).
Ejemplo de cinismo y, por qué no decirlo, de deslealtad. Un poco de hidalguía, pues señora Chávez, y a enfrentar las consecuencias de sus actos.
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