Ante la denuncia periodística que la involucra en tráfico de influencias por amadrinar la contratación de varios familiares de un allegado suyo, la actual ministra de Cultura, Betssy Chávez, en vez de responder se victimiza, y muestra su nivel cultural para emprender contra las autoridades persecutoras del delito.
En lugar de aclarar, como corresponde, solo se ha limitado a emitir un comunicado extenso y un video en tik tok, donde no aclara absolutamente nada sobre la acusación que se le hace y sale por la tangente para tirar barro contra la fiscal de la Nación, en una descalificación ad hominem.
Habría que recordarle a la ministra Chávez que el Ministerio Público tiene como fin institucional perseguir el delito y que, inclusive, actúa de oficio, ante la sindicación de ilícitos penales que se habrían cometido; más aún, puede intervenir en prevención del delito.
Por tanto, pretender acusar a Patricia Benavides de ser la nueva Blanca Nélida Colán no tiene ningún sentido. Debería recordar que Blanca Nélida fue cómplice del gobierno de Fujimori; en este caso, Benavides investiga al presidente y también tiene que investigarla a ella por ser congresista.
En estas denuncias no hay posibilidad de que otro fiscal se haga cargo, porque es lo que corresponde. Por la alta investidura los parlamentarios solo pueden ser investigados –si hay una denuncia o presunción de delitos– por la Fiscalía de la Nación.
Betssy Chavez no responde a las serias acusaciones de favorecimiento a miembros de la familia Sotelo, a quienes colocó en el Estado. Curiosamente, Abel Sotelo sería su pareja sentimental. Es la primera inquietud que debe responder. Que quede claro que nos importa un bledo la vida sentimental de la ministra, pero que por la función que tiene, debe que deslindar sobre esta presunción.
Ahora, parecería que no le conviene hacerlo porque de confirmarse la relación, ahí no solo sería causal para su censura, sino que correspondería una acusación constitucional para levantarle el fuero y que sea la justicia la que se encargue.