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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Los peruanos somos los campeones del "hay que". Conocemos las soluciones a todo, siempre que sea otro quien las deba ejecutar. En las empresas, "hay que" aumentar las ventas, mejorar la reputación o reducir costos. En los hogares, "hay que" ordenar la cocina, cambiar un foco o llamar al gasfitero. En política las cosas no son distintas: "hay que" votar por un candidato honesto y preparado, tener un mejor Congreso y reorganizar la descentralización. Esperamos que alguien más se encargue y, si nadie lo hace, nos resignamos con volver a la angustia preelectoral porque sigue creciendo el candidato que no queremos; el Congreso difícilmente será peor que el anterior; y el crecimiento económico, aunque bajo, al menos es positivo.

Por fin estamos quebrando esa indolencia: Transparencia presentó en el último CADE una propuesta de reforma política que responde a la evolución que ha tenido el país y comienza a construir el único camino para continuar creciendo en democracia: la mejora de las instituciones.

Obviamente, conociendo a nuestros congresistas, cuya única oportunidad de repetir el plato es mantener la mediocridad del sistema, no aprobaron nada que pudiera perjudicar su reelección, lo que cualquier requisito de calidad haría. Pero la reforma ha sido trabajada y presentada. Lo más probable es que el nuevo Congreso tampoco esté dispuesto a aprobarla.

¿Qué haremos entonces? ¿Resignarnos nuevamente? ¿Aprender a vivir con lo que tenemos? ¿O 'comprarnos el pleito'? Porque si no es ahora, llegará el momento en que el deterioro será tan grande que afectará incluso el régimen democrático que tanto ha costado lograr y mantener.

No hay opción a ver esta reforma como algo que "hay que" hacer. Si desde el primer día del nuevo gobierno, la ciudadanía no ejerce su derecho a exigir mejores instituciones, el segundo día puede ser muy tarde y solo quedará reconocer más adelante "Hay que…" perdón: "Ay, ¡qué pena!".

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