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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

¿Cómo pedirle a un paquidermo mesura? ¿Imposible, verdad? Su enorme contextura le impide ser cuidadoso en su andar, así como demanda formidables cantidades de alimento para cubrir sus exigencias calóricas. El tamaño, en el reino de los animales, puede por otro lado ser peligroso: está expuesto a la vista de más depredadores; y, cuando trata de escapar, el peso y la falta de velocidad le perjudican (si de huir se trata).

No siendo lo mismo, ocurre algo parecido en la política. Conforme la figura política crece, se anda con mayores brillos y menores cuidados. En ese proceso de agrandamiento, crece no solo la figura, sino también la ambición y el ego. Por algo las grandes figuras terminan padeciendo de un solipsismo que solo acepta aplausos y deferencias. Las exigencias no son calóricas, sino psicológicas. Beben y tragan poder todos los días, y conforme crece su consumo, quieren cada vez más.

Las leyes evolutivas funcionan también para ellos: todo aquel fuera del poder quiere tenerlo, y todo aquel que lo tiene quiere retenerlo. Casi como en el gen egoísta de Dawkins, en el actor político todo gira alrededor de sobrevivir en la batalla por el poder. Y cuando de batallas se trata, el tamaño ayuda, pero también se erige como un flanco expuesto, abierto a los ataques de sus depredadores.

A diferencia del paquidermo, a quien la naturaleza le trazó su contextura, el actor político puede definir qué roles quiere cumplir, cómo desea ser percibido por la población, qué batallas quiere pelear, qué banderas defender, cuáles enemigos enfrentar. Es él, o ella, quien decide cómo, cuándo, con quién, qué quiere hacer con ese capital, con ese activo político adquirido. Llegar al poder, sí; todos quieren lo mismo. Son las rutas, las compañías, las estrategias y las maneras las que definen cómo será percibido por los potenciales electores.

En todo esto deberían pensar los que hoy ostentan el poder (y más en los casos donde ese poder es informal). Como el paquidermo, mal conducido se puede terminar en una carpa de circo.