(Presidencia)
(Presidencia)

Soñé que la asociación internacional de repúblicas bananeras nos expectoraba por degradar estándares. En una espiral de tres alivios sucesivos (no era cierto, no éramos parte, no había tal asociación), me desperté a las 5 a.m. Recordé que ya me había aprovisionado de gravol antes de animarme a prender la tele. Empecé la semana teniendo el lujo de escuchar a Moisés Naím y su visión de los retos que enfrenta América Latina y el Perú (algunos más de 20 años después de su artículo sobre reformas de segunda generación) para terminarla teniendo que entender y explicar los audios y la posible vacancia presidencial. Eso descompensa a cualquiera.

Tres en raya de lo absurdo, lo ha resumido Gustavo Rodríguez, preguntándose en qué país del demonio puede ocurrir algo tan insólito. Es lo mismo que he sentido explicando (intentando explicar) a extranjeros que no entienden cómo puede pasar algo así. Nadie te entiende, hay preguntas y silencios para los que no hay respuesta.

En medio de pandemia y crisis económica históricas. Cuando la gente necesita medidas serias y sostenibles que permitan salir del hoyo. A siete meses de elecciones y diez del cambio de gobierno, con la Constitución que claramente establece que a los presidentes se les investiga concluido su mandato. En medio de esa tragedia, la política peruana escenifica en un género entre grotesco y ridículo el balde de los cangrejos en realidad aumentada. En Internet se puede ver que el cuento de que solo los peruanos nos comportamos como cangrejos en baldes es mentira, aunque dudo que los otros baldes desprendan este hedor.

Los 24 congresistas que se abstuvieron hoy definirán en una semana si agregan los 22 votos que requiere la vacancia. No hay que pensar mucho para concluir que el pandemonio que generarían sería brutal, económica y sanitariamente. La gente lo va a sentir y recordar por décadas. Pretender sacar a un presidente y su gabinete en plena pandemia es delirante, y así lo registraría la historia, aquí e internacionalmente. La reputación que uno se forja en una crisis como una pandemia dura décadas. Si alguien cree que no es delirante, trate de explicarlo a un extranjero neutral y experimente cómo su vergüenza ajena y compasión lo van obligando a no preguntar más, de pura lástima.

Pandemia y pandemonio tienen distinto origen. Pandemonio es lo opuesto a panteón (todos los demonios vs. todos los dioses), mientras que pandemia se originó porque la enfermedad afectaba a todos. No toda pandemia viene con pandemonio bajo el brazo. El pandemonio, si se llega a dar, tendrá autores con nombre y apellido, que tendrán que responsabilizarse ante la historia por jugar al cangrejo en plena pandemia.

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