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Redacción PERÚ21

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Juan José Garrido,La opinión del directorHasta el momento, son 345 candidatos los que se presentan a distintos cargos públicos –locales y regionales– que cuentan con una sentencia vigente. Esto es, un fallo del Poder Judicial que constata el cometido de un delito.

Quienes creen que se trata de palomillas de ventana o pirañitas de bajo vuelo se equivocan. Homicidio culposo, violación sexual, secuestro, terrorismo y tráfico ilícito de drogas son solo algunos de los casos en cuestión. Léase bien: podríamos estar eligiendo, en pocas semanas, a asesinos, violadores o terroristas como autoridades, con todo el poder y acceso a recursos que ello significa.

Nuestras leyes, como imaginarán, lo permiten. Por ese lado, no nos libramos de este riesgo. Los partidos, que son los llamados a servir de filtros, poco o nada han hecho: Alianza para el Progreso registra 28 casos, Acción Popular presenta a 23 de estos, y así… casi no hay partido que se salve de ello.

¿Qué se puede hacer? A estas alturas, solo informar a la población sobre sus opciones y esperar que ninguno de aquellos delincuentes llegue al sillón al que aspira. En otras palabras, será una tarea de la prensa, alguna organización civil que desee entregarse a dicha faena, y de la ciudadanía. Los incentivos, ya se imaginarán, nos hacen pensar que pronto estará jurando un parricida como regidor o algún terrorista como consejero regional.

Esta es una raya más al tigre apodado "precariedad institucional", con el que cohabitamos en este surrealista paraje llamado Perú.

¿Cómo pensar en una agenda de largo plazo si nuestros partidos políticos no pueden siquiera absolvernos de esa tarea tan simple y básica de filtrar a sus candidatos? Parece increíble, pero así están las cosas.

Luego, claro, discutir sobre nuestro modelo de desarrollo o legislación tributaria o laboral no tiene sentido. Ante todo, porque, como es de esperar, los elegidos tienen otras prioridades.

Nuestro Congreso tiene una deuda enorme con el país, y pareciera que ni siquiera la perciben. ¡Qué impotencia sentimos frente a esta partidocracia!