[OPINIÓN] Yesenia Álvarez: “La empresa y la caricatura del juego de suma cero”. (Foto: Andina)
[OPINIÓN] Yesenia Álvarez: “La empresa y la caricatura del juego de suma cero”. (Foto: Andina)

Hace unos días, en el contexto de la crítica al rol del Estado como empresario y al conocido fracaso de la empresa estatal Petroperú, el mediático caricaturista Carlos Tovar, conocido como Carlín, comentó en sus redes sociales que “las empresas públicas que funcionan bien nos benefician a todos, y las privadas que funcionan bien benefician solo a sus dueños”. Caricaturizar hoy así a la empresa y a la iniciativa privada es desinformar sobre el papel de la empresa en la sociedad y con ello azuzar la aversión al espíritu empresarial.

Hay buen material, desde estudios teóricos, reportes de países y, lo más palpable, pruebas en la realidad de que las empresas privadas contribuyen a la sociedad: generan empleos, pagan impuestos, introducen innovaciones, dinamizan la economía y aportan al progreso; por tanto, no es verdad que las empresas privadas que funcionan bien benefician solo a sus dueños, pues estas benefician a sus clientes, a sus trabajadores, a sus proveedores, y obviamente también a sus accionistas. La sociedad se beneficia de los intercambios libres, no es un juego de suma cero en que la ganancia de uno implica necesariamente la pérdida del otro.

La economista e historiadora económica Deirdre N. McCloskey, en el libro Las virtudes burguesas: Ética para la era del comercio proporciona reflexiones profundas sobre cómo las economías de libre mercado son economías de suma positiva. Explica algo aparentemente sencillo, y es que el intercambio no es juego de suma negativa ni de suma cero, es un juego de suma positiva. Lo ilustra también con un ejemplo aparentemente sencillo: “Si alguien compra barato y luego vende a un precio mayor está beneficiando a las dos personas con las que negoció. Eso significa tres beneficios: al vendedor, al comprador y al mismo intermediario”. ¿Por qué digo aparentemente? Porque algo tan sencillo es constantemente demonizado y caricaturizado de la peor manera por visiones antiempresa que terminan precisamente poniendo a los ciudadanos contra opciones políticas favorables a la actividad empresarial, despreciando el enorme potencial y beneficio que estas traen para la prosperidad de una sociedad.

La realidad y la historia económica demuestran que las sociedades prósperas con mejores condiciones de vida son aquellas donde hay marcos institucionales favorables para hacer empresa. En el Índice de Prosperidad 2023 del Instituto Legatum se puede observar que las condiciones empresariales son un pilar en una sociedad próspera, y este indicador evalúa el grado en que las regulaciones permite a las empresas iniciar, competir y expandirse, así como las bajas barreras de entrada para que estas desarrollen nuevas ideas. Allí se señala que sin una economía abierta y competitiva es muy difícil crear un bienestar social y económico duradero donde las personas, las comunidades y las empresas estén empoderadas para alcanzar su máximo potencial. En una sociedad próspera la regulación permite el espíritu empresarial. Por eso se saluda la reciente noticia de que el Congreso ha aprobado una ley que regula la clausura municipal de locales comerciales y que establece criterios predecibles y protecciones ante las clausuras arbitrarias, abusivas y desproporcionadas de los gobiernos locales.

Finalmente, hace poco asistí a un evento de Vistage donde expuso el investigador Sebastiao Mendonça Ferreira del Centro Wiñaq y coincido bastante con su llamado a pensar en la defensa de la legitimidad de la actividad empresarial. Nada de lo que sucede hoy en el país hace pensar que el próximo resultado electoral será favorable a una economía de mercado en la que se defienda la legitimidad de hacer empresa. Luchar contra una caricaturización perversa de la empresa no es fácil, queda poco tiempo y hay mucho por hacer para promover la importancia de la prosperidad económica y la iniciativa privada, y para que visiones tan sesgadas sobre la empresa no desinformen tan escandalosamente.

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José Villazana