Manifestantes en Cusco. (Foto: corresponsal/cusco)
Manifestantes en Cusco. (Foto: corresponsal/cusco)

Por supuesto que el Estado no puede reaccionar con desproporción y debe ajustarse a estándares internacionales de derechos humanos cuando hay protestas. Por supuesto que Dina Boluarte es presidenta por sucesión constitucional de un proyecto político de izquierda que fue elegido por el pueblo. Cuando eligieron a Pedro Castillo, la eligieron a ella. Hoy, las izquierdas peruanas no quieren reconocer que esta sucesión constitucional es parte de lo que ofrecieron a los peruanos y por quien pidieron votar.

Vladimir Cerrón, fundador de Perú Libre y quien fue inhabilitado de esa plancha, ha dicho sin ningún escrúpulo que “derecha son 42 muertos propinados al pueblo”. Una muestra más de que jamás asumen responsabilidad y nunca pierden la oportunidad para desinformar.

No hay justificación de la violencia de ningún lado, pero hay que contar la historia completa, algo que no están haciendo los corresponsales sesgados en el exterior. No están contando que el grueso de estas manifestaciones no es pacífico, y que el derecho de protesta no comprende la violencia.

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Hay que tener presente que la política es el gran invento que surge para resolver el desacuerdo o el conflicto que se origina como natural consecuencia de la diversidad de opiniones y de la pluralidad de pensamiento sobre cómo deben llevarse a cabo los asuntos públicos. Con la política se evita la barbarie y la violencia; por eso la política está vinculada a dialogar y a respetar el orden jurídico. Si buscan asesinar policías dentro de sus unidades y comisarías, si quieren tomar lugares estratégicos para provocar terror, si impiden que una ambulancia avance para salvar a un bebé, si amenazan a ciudadanos para que se sumen a su reclamo, entonces no están protestando pacíficamente; por el contrario, están socavando el derecho de protesta. Y con quienes ejercen violencia no hay posibilidad de diálogo o de hacer política. No se puede hacer política con quienes no respetan ni quieren respetar las reglas de la misma política, de la democracia y del Estado de derecho. Sin embargo, en sus relatos de este contexto, la izquierda y sus defensores omiten esta parte importante de la política, y no tienen la valentía para hacerse cargo del doloroso momento que está pasando el país, y mucho menos la honestidad para contar la historia completa.

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