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[OPINIÓN] Vicente Rojas Escalante: “En tiempos de guerra: Lecciones de la paz entre Perú y Ecuador”

“Los pueblos del Perú y del Ecuador se dieron cuenta de que no eran enemigos, sino que podían convivir tranquilos y trabajar juntos para el bien común de ambos”.

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Fecha Actualización
En estos azarosos días para la humanidad, conmemoramos los 25 años de los Acuerdos de la Paz, entre Perú y Ecuador, suscritos en Brasilia, el 26 de octubre de 1998.
Nací en Amazonas, viví y estudié mi primaria en la comunidad campesina San Miguel de Soloco. Concluí mi secundaría en la Gran Unidad Escolar José Granda de San Martín de Porres y luego, becado, Derecho en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ingresé a la Academia Diplomática y ya, como joven diplomático amazonense, traté de involucrarme en el problema territorial con Ecuador porque considero que siempre fuimos hermanos.
Apenas egresado, trabajé con el más brillante diplomático peruano, el entonces canciller embajador Carlos García Bedoya Zapata, quien calificaba al problema limítrofe con Ecuador como una “hipoteca histórica” de nuestro país que había que levantar. Eso me dejó convencido que tenía que poner mi granito de arena en favor de esa causa.
Intenté trabajar en la embajada del Perú en Ecuador, pero recién pude hacerlo en 1990, como consejero. Antes laboré en Naciones Unidas, Nueva York y Ginebra.
Durante mi primera permanencia en el vecino país del norte, tuve el privilegio de ser testigo de la primera visita que realizaba un jefe de Estado del Perú al Ecuador, el entonces presidente, Alberto Fujimori, quien fue recibido por su homólogo Rodrigo Borja.
En el año 1995, estuve al frente de la Embajada, como encargado de Negocios, durante el aciago conflicto del Cenepa. De esos días recuerdo el inteligente y persistente trabajo del entonces embajador del Perú en Ecuador, Eduardo Ponce Vivanco, quien nunca abandonó su firme convicción de que nuestros países tenían que vivir en paz. Igualmente, destacar a las Fuerzas Armadas de lado y lado, que ofrendaron sus vidas en defensa de los intereses de sus países respectivos.
A partir de entonces, se inició un largo y complejo proceso de negociación que concluyó en los Acuerdos de Paz, suscritos en Brasilia, el 26 de octubre de 1998. Esto fue posible gracias a la participación central de los presidentes Alberto Fujimori y Jamil Mahuad, quienes desarrollaron una “diplomacia presidencial”, acompañados por sus cancilleres, Fernando de Trazegnies Granda y José Ayala Lasso.
Jugaron un rol fundamental los países garantes. Asimismo, se contó con la participación comprometida de los Congresos de Perú y Ecuador. Y resultó decisiva la conformidad plena de los pueblos de Perú y Ecuador.
También brindaron su valioso apoyo destacados profesionales de los ámbitos político, militar, académico, empresarial, cultural y medios, entre otros.
Entonces, se inició el camino para la recuperación del tiempo perdido (¡más de 170 años!), a través de la ejecución de una variedad de proyectos que apuntan al desarrollo, especialmente a partir de la zona de integración fronteriza. Los pueblos del Perú y del Ecuador se dieron cuenta de que no eran enemigos, sino que podían convivir tranquilos y trabajar juntos para el bien común de ambos.
Se crearon ejes viales binacionales, los cuales han dinamizado el flujo económico, comercial y turístico entre las poblaciones fronterizas de los dos países. Asimismo, se construyeron modernos Centros de Atención Binacional Fronteriza (CEBAF). Se instalaron y equipararon redes binacionales de salud, que permiten la atención en ambos lados de la frontera; se realizaron programas de educación intercultural bilingüe; se ejecutaron proyectos en diversos ámbitos como el energético, la mejora de establecimientos educativos o de salud; por citar algunos de los muchos rubros de intervención.
Durante este proceso, con ocasión de la primera reunión de los presidentes Alan García y Rafael Correa, en Lima, el año 2007, propuse los encuentros presidenciales y gabinetes binacionales de ministros, que fueron inmediatamente acogidos por ambos jefes de Estado. Este exitoso mecanismo continúa siendo utilizado por ambos países y se ha replicado en otros también.
Años después, tuve el honor de desempeñarme como embajador del Perú en Ecuador y continúe el proceso de hermandad e integración con mucho entusiasmo.
Considero que en este proceso de integración tienen una singular importancia los hallazgos de los arqueólogos Francisco Valdez, en Palanda, Zamora Chinchipe (Ecuador) y Quirino Olivera, en Jaén y Bagua (Perú) que dan cuenta de la cultura Chinchipe Marañón, con más de 5,300 años de antigüedad. Como lo adelantó el arqueólogo Julio C. Tello, aquí está el origen de la cultura andina. Esto significa que los pueblos del Perú y Ecuador no son parecidos, sino que son lo mismo desde hace miles de años.
A partir de esta historia común, tenemos que trabajar, de modo sostenido, por el fortalecimiento de nuestras democracias, nuestra estabilidad política y seguridad jurídica. Pero también en la atención de las necesidades básicas de nuestras poblaciones como el agua y saneamiento, la alimentación adecuada para la población infantil, un sistema preventivo de salud y una educación rica en valores y conocimientos.
Estas responsabilidades estatales deben ir acompañadas por iniciativas de una inversión privada consistente y sostenible y apuntar seriamente hacia la libre circulación de personas, vehículos y mercancías de peruanos y ecuatorianos, al menos, en la Zona de Integración Fronteriza, naturalmente contando con un eficiente servicio de inteligencia que controle y elimine el mundo delincuencial.
Este esfuerzo conjunto debe y puede ser impulsado a partir de la Zona de Integración Fronteriza, pero prestando particular atención a los pueblos más alejados de la frontera, y en especial, a los pueblos originarios.
Así, por ejemplo, sería interesante desarrollar un proyecto turístico binacional, que incorpore la riqueza cultural de ambos países y que, en el caso del Perú, podría estar referido a la casa de Manuelita Saenz en Paita, el Señor Cautivo de Ayabaca, los vestigios arqueológicos de Aypate, el Cristo de Huamantanga, Kuélap, entre otros. Naturalmente en combinación con nuestra rica gastronomía y como atractivo turístico para ecuatorianos y peruanos y el turismo internacional.
Para el caso de la salud, se podría proyectar un sistema integral binacional que integre las capacidades profesionales y las infraestructuras existentes, mejorando la comunicación virtual, y que atienda las necesidades de la población en la Zona de Integración Fronteriza. De haber existido tal sistema, en la época del COVID 19, se hubiera podido facilitar el abastecimiento de oxígeno desde el Ecuador y así evitar la pérdida de muchas vidas humanas.
Otros temas urgentes que tenemos que trabajar conjuntamente, son prioritariamente la descontaminación del río Puyango Tumbes; la ejecución del Proyecto Binacional Especial Puyango Tumbes; el cuidado de las otras cuencas; la lucha contra la trata de personas; el tráfico de armas; la minería ilegal y la deforestación; el narcotráfico; el crimen organizado y la delincuencia común; la corrupción; entre otros.
Hay también un gran sueño pendiente: retomar el proyecto de la Ciudad Binacional que uniría a Huaquillas y Aguas Verdes, y sustituiría la actual situación precaria, en la zona del Canal de Zarumilla, con una infraestructura moderna que enorgullezca a la población y ofrezca instalaciones comerciales, culturales y de entretenimiento.
Los peruanos y ecuatorianos tenemos que seguir trabajando juntos, para superar la pobreza, la desigualdad, la falta de empleo y la inseguridad y alcanzar nuestra plena realización. Hoy somos un ejemplo para el mundo que la paz es posible y necesaria para la felicidad de todos.
*Embajador.
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