[Opinión] Sonia Chirinos: Napoleón y Josegina
[Opinión] Sonia Chirinos: Napoleón y Josegina

La película de Ridley Scott, , narra su historia “a través de la lente de la relación adictiva y volátil de Napoleón Bonaparte con su esposa y único amor verdadero, Josefina”. No participo de la síntesis. Ni fue adictiva, ni volátil.

“Josefina” (nombre en español de sonoridad dura), fue para Napoleón, su “dulce e incomparable Josephine”.

Como sostiene mi padre, en “Napoleón y los suyos”, la historia de Napoleón podría contarse como se cuentan los cuentos: “Érase una vez…”

Érase una vez un niño que nació en el seno de una familia pobre, en Córcega, una noche de verano, tórrida y tormentosa.

Ese niño, que rápidamente se hizo hombre, y con el tiempo, “más que hombre”, según Ortega y Gasset, se enamoró de una mujer 6 años mayor que él. ¿Se enamoró? Napoleón afirmó tener un corazón de piedra: “No he amado nunca. Quizá un poco a Josefina, pero entonces tenía 27 años”. Frase que me evoca a Neruda (¿se inspiraría en ella?): “Ya no la quiero es cierto. Pero tal vez la quiero”.

El amor de Napoleón a Josephine, se tradujo en una correspondencia epistolar que según mi padre representa la “cúspide de la literatura romántica”. Como escribe en ellas, otras podrían ofrecérsele, otras entretenerle, pero él solo tenía pensamiento para Josephine. Se despertaba “lleno de ella”. Se quejaba de no recibir cartas. O de recibir frías líneas. Sabía que lo engañaba, pero él tenía una medida distinta de las cosas: “La virtud para mí es lo que haces”; “el honor, lo que te agrada”.

Hay algo más en Napoleón visto a la luz del siglo XXI que es encomiable: No solo respetó la libertad de su amada, “a la que tal vez quiso”. La equiparó a él, porque así lo decidió, y la hizo Emperatriz por su propia mano.

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