He de confesar que José José, el Príncipe de la Canción, como compositor y cantante, era un desconocido para mí. Su persona. Sin embargo, su música, es imposible no conocerla.
Una de sus canciones, “Cuando vayas conmigo”, desde que la descubrí, me atrapó por su musicalidad, y la forma envolvente de su voz, que tan persuasiva resulta. Caí bajo su magnetismo musical, hasta que me di cuenta de la aberración del mensaje.
La canción es una sucesión de órdenes que indignan, dirigidos a una mujer “cosificada”, y con la obligación de someterse al varón.
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Cuando vayas conmigo, ordena la canción, “no mires a nadie”, porque no solo tengo “celos del aire”, sino que “no consiento desaires de nadie”. ¿Habrase visto mayor estupidez? Sigamos con el personaje que –advierte– “me siento fatal si distraes tu mirada”. Por tanto, ni te distraigas, ni (peor sería) “vuelvas la cara”. Lo dicho: cabizbaja y callada.
Cuando vayas conmigo, es el ultimátum, “nada debe importarte”. El aislamiento es una de las formas más claras de violencia de género. La canción lo propugna.
Por supuesto no soy quién para censurar este tipo de composiciones que llenan la cabeza, especialmente a las jóvenes, de mensajes que atentan contra su dignidad y que les impiden ver el riesgo que asumen al juntarse con tipos de esa calaña.
Se dirá que exagero, pero quien siente “celos hasta del aire” termina cercenando este, con apretar un gatillo o la garganta.
Hay que educar y sensibilizar para descubrir este tipo de conductas y rechazarlas. Mirarlas con ironía y desprecio, sin incorporarlas en nuestras vidas. Lo vengo diciendo y lo reitero: cualquier gobierno serio tiene que apostar fuerte y decididamente contra esa cultura despreciable.
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