[Opinión] Sonia Chirinos: “Corrumpere”. EFE/Víctor Lerena
[Opinión] Sonia Chirinos: “Corrumpere”. EFE/Víctor Lerena

Los dos problemas que preocupan a los españoles se llaman y corrupción. Una, porque está asociada a la salud que es el verdadero patrimonio del alma. La otra, porque afecta a la salud de la “polis”, a la que emponzoña anulando toda idea de seguridad. Sin salud y sin seguridad jurídica, no hay catálogo de derechos que valga. Ni aquí ni en ningún lugar.

La pandemia ha puesto en evidencia que de nada sirve que una persona o un país haga bien las cosas. Eso solo sirve para desenfocar el problema. “Todos”, sin distinción, deben subirse al barco de la salud. Y los responsables de que el barco zarpe son los gobernantes.

Lo malo es que en las inmediaciones del poder aparece la palabra ‘corrupción’, como expresión del peor virus político. Etimológicamente la palabra viene del latín ‘corrumpere’, que se refiere a podrir, descomponer o alterar la naturaleza de las cosas.

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Un poder corrupto es incapaz de resolver las cuestiones de la “res publica”. Lógico: anda distraído en “sus” cosas.

Que los gobernantes ofrezcan acabar con la corrupción es un principio de acción, objetivamente correcto y plausible. Lo que pasa es que es como ofrecer plata y trabajo para todos. Simple y hueca retórica.

No se trata de recurrir a discursos más o menos elocuentes, sino de demostrar que se conocen los remedios contra el mal.

¿Es posible acabar con la corrupción, sin un poder judicial imparcial, e independiente? Sencillamente no.

Entonces, para creer en el discurso de los políticos que hacen del azote de la corrupción su carta de presentación, me gustaría que se comprometan en forjar un poder judicial que transmita fiabilidad y certeza. A ver quién se anima a arrojar la primera piedra para salvarnos.

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