[OPINIÓN] Richard Arce: “La última tropelía del Congreso”. (Foto: Congreso de la República)
[OPINIÓN] Richard Arce: “La última tropelía del Congreso”. (Foto: Congreso de la República)

Cuando ya esté leyendo esta columna, probablemente el Congreso habrá consumado otra de sus infamias, destituir y sancionar a la exfiscal de la Nación Zoraida Ávalos solo por venganza, porque denunció en su momento a impresentables como Manuel Merino, Edgar Alarcón y a la propia Luciana León.

Convirtiéndose así el Congreso en un tribunal, desnaturalizando su función en nuestra democracia, con una clara intromisión de un poder del Estado sobre otro, para tenerlo genuflexo y a disposición. Hasta la CIDH se ha pronunciado, exhortándoles por el respeto a los operadores de justicia y el debido proceso, además de llamar la atención por esta clara intromisión de poder que osa imponer el Congreso.

Ojo, ya no es solo la fiscal Ávalos, es la institucionalidad del país que está en juego y deberíamos salir a defenderla, porque la patria está en juego. Aquí pasa a un segundo plano cualquier pretensión personal o interés de grupo.

Y lo puedo expresar con firmeza y absoluta transparencia, porque inclusive por una denuncia del fujimorismo, durante tres años, tuve que afrontar una investigación fiscal, dirigida por Ávalos, por el cierre del Congreso; me costó tiempo, dinero en abogados y mucha rabia por afrontar otro proceso judicial írrito, todo por el cierre del antro en el que se había convertido el Parlamento —mi acto hizo que me quede en el aire, desempleado, sin ningún poder, pero no importaba, es nuestro país primero—; al final, logré el archivo definitivo de esta denuncia.

Ahora se entiende por qué este Congreso se ha blindado; primero con la composición de un TC a su medida que todo les avala, al extremo que ahora quieren utilizar sus resoluciones como antecedentes y argumento narrativo para sus tropelías. Por eso todo calza, inclusive la última sentencia del TC sobre la cuestión de confianza “fáctica” que quieren utilizar de manera retroactiva —eso es una aberración jurídica—, para lavarse la cara, de ripley.

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