(Foto: Congreso)
(Foto: Congreso)

Esta semana los congresistas han querido meternos de contrabando la reforma constitucional para la bicameralidad con un evidente direccionamiento que deslegitima cualquier pretensión de mejorar la calidad del Parlamento, teniendo una cámara reflexiva que pondere los arrebatos a los que nos tienen acostumbrados los congresos populistas e irresponsables que hemos tenido que soportar en los últimos años.

Que quede claro que en este caso los congresistas no tienen ninguna motivación genuina con la bicameralidad; al contrario, es pura estrategia egoísta para tener una oportunidad en una supuesta reelección y así sacarle la vuelta a la norma que prohíbe esta pretensión. Además, recordemos que la bicameralidad fue rechazada contundentemente en el último referéndum.

En sus elucubraciones, estos congresistas tienen la ilusión de que pueden conseguir la reelección a través del voto popular. No asimilan que son repudiados por más del 90% de desaprobación; en realidad, son detestados.

Parecería que viven en una realidad paralela y en esa negación aspiran a quedarse en el Parlamento, ahora como senadores, porque ya les gustaron las gollerías, los privilegios y hasta el boato. Ni siquiera son conscientes de mejorar la deteriorada imagen del Congreso. Pero sí están dispuestos a todo con tal de lograr sus objetivos.

Y es aquí donde quiero incidir. Porque la deducción lógica de las arremetidas que han tenido desde el Congreso apuntan a tener un control sobre los organismos electorales que les permitan seguir con sus groseras intromisiones, ahora en el proceso electoral próximo.

En realidad, un mecanismo bicameral es un sistema de representación política, mucho más eficiente y organizado, que tendría dos instancias para abordar los temas más controversiales. Ayudaría, además, al equilibrio de poderes y garantizaría la independencia que requiere un Parlamento para defender los intereses del país.

Si se dieran el trabajo de sensibilizar la necesidad de la bicameralidad, para abrir el debate público, estoy seguro de que se tendría una mejor percepción y se aprobaría. Pero, en este caso, los congresistas han optado por el camino corto, es decir, al caballazo, y van a volver a terminar mal, como ha ocurrido en sus angurrias.

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