[OPINIÓN] Richard Arce: “El sueño se hizo pesadilla en Chile”. (Foto de JAVIER TORRES / AFP).
[OPINIÓN] Richard Arce: “El sueño se hizo pesadilla en Chile”. (Foto de JAVIER TORRES / AFP).

La elección de los nuevos representantes en Chile, para la redacción de un nuevo texto constitucional, cambia el panorama completamente en el vecino país del sur.

Ha sido la consecuencia del infantilismo de la izquierda chilena. Ahora la composición del Consejo Constitucional es mayoritariamente de dominio de la extrema derecha del Partido Republicano (una especie de Renovación Popular o fujimorismo más rancia), con 23 representantes. Eso para entender el poder que van a tener en las decisiones.

La derecha tiene 11 representantes con el partido Chile Seguro. Sumando los dos sectores, tienen el control absoluto para la redacción del nuevo texto de la Constitución chilena. La izquierda tiene solo 15 representantes en la coalición de Unidad para Chile, con lo cual, ni siquiera van a tener el derecho a veto, que es clave cuando se pretenda imponer algún texto maximalista de los tantos postulados que abraza la derecha extrema.

Lo más triste es que este sector mayoritario es claramente pinochetista y eso tiene un cariz especial, por lo que significó la dictadura que costó víctimas civiles por miles y las fracturas sociales, que hasta hoy interpelan al Estado chileno.

Con todo este preámbulo, espero que esta experiencia fallida de una constituyente plurinacional, inclusiva y progresista, quedará para la historia y la anécdota de una aspiración válida pero que le faltó entender la realidad y evitar la polarización que no ayudó a concretarla.

Nos debe servir de ejemplo en el Perú, después que aquí también se ha convertido en el “caballito de batalla” de un sector importante de izquierda y ha sido la bandera de marketing político para buscar rédito y embaucar a tanto incauto con la ilusión de vender la Constituyente como una panacea y que supuestamente nos convierte en el “jardín del Edén”.

Tienen que entender los amplios sectores del país que una Constituyente es fruto del consenso de todas las fuerzas políticas, que no se puede imponer agendas antojadizas y que, lo más importante, es que es un pacto social para lograr la paz y no un instrumento de guerra o de venganza.