Cuando se anunciaba el pedido de voto de confianza para un nuevo gabinete en el Congreso, siempre quedaba la duda de ver si los congresistas lo otorgaban o no, porque la Constitución del 93 reafirmó la enmienda que se hizo en el 79, para no bloquear la gestión de gobierno, como sucedió en el primer gobierno de Belaunde Terry que permanentemente se tumbaban gabinetes por inquina.

Por eso surge el contrapeso político entre el Ejecutivo y el Congreso, de otorgar la confianza, y si hubiera negativa a dos gabinetes significaba que el presidente estaba facultado para disolver el Congreso, gobernando en la transición mediante decretos de urgencia y convocando a elecciones congresales.

Esta figura prácticamente ya no existe después de las leyes que ha aprobado arbitrariamente este Congreso, rompiendo el equilibrio de poderes que debería haber en un país que se ufana de tener una democracia; además, este despropósito cuenta con el aval del TC, porque no dudaron en aclarar inclusive la figura constitucional de la cuestión de confianza, que ahora requiere del visto bueno del Congreso para que los mismos congresistas declaren si corresponde la primera denegatoria de confianza, es decir los congresistas califican si se ha disparado la bala de plata, surrealista.

Por eso ayer la presentación del gabinete Adrianzén ha parecido un mero trámite, sin causar ningún revuelo. Además, ya se conocía el guion que iban a presentar. Primero iban a soslayar olímpicamente el asunto de los Rolex y el escándalo de la propia presidente Boluarte y, lo segundo, se iban a dedicar a leer una lista de lavandería con todas las actividades que tienen ya programadas los diferentes ministerios, que es parte ya de la rutina de trabajo ministerial, sin ningún anuncio trascendental.

Súmenle la tortura de escuchar una lectura tediosa y a veces mal leída, vacía y poco documentada, como mencionar el nombre de un exfutbolista de la ‘U’ cuando hacía referencia al hospital de Collique, todo un fiasco el discurso, de espaldas a la realidad que vive el país y ni siquiera hay un mea culpa de la responsabilidad que tiene este gobierno con la crisis y la pésima gestión gubernamental.

Al cierre de este artículo, se seguía debatiendo el voto de confianza, aunque es evidente que con las posiciones asumidas por las bancadas conservadoras es un hecho que se lo van a dar, como una muestra más de su desprecio por la realidad y los problemas que afronta el país.