[OPINIÓN] Rafael Belaunde Llosa: “Los destructores”.
[OPINIÓN] Rafael Belaunde Llosa: “Los destructores”.

El MEF revisó, nuevamente a la baja, su proyección de crecimiento de 2% a 1.5%. Lo propio han hecho todas las instituciones que publican sus pronósticos respecto al desempeño de nuestra economía. El IPE, por ejemplo, revisó a la baja su estimación de crecimiento del PBI de 1% a 0.8%, lo que corrobora el amplio consenso existente sobre el deterioro económico. Sea 1.5% o 0.8%, se trata de cifras patéticas, que esconden tras de sí todo lo que implica para un país, en vías de desarrollo, crecer a tasas tan cercanas al 0%.

Atrás han quedado los años en que, a pesar de los problemas y limitaciones, emprendíamos un camino hacia el desarrollo, creciendo muy por encima del resto de países de la región, reduciendo la pobreza, multiplicando el empleo y ampliando las prestaciones públicas en favor de la población.

El deterioro de la situación económica no se explica en los términos de intercambio, que permanecen atractivos para el Perú; tampoco son los precios de los metales, que, si bien no están en los niveles de la gestión del golpista Castillo, aún permanecen altos (cobre 3.72 la libra, oro 1,916.6 la onza).

El Perú tiene una enorme cartera de proyectos para captar inversión. Solo en el campo minero hay más de US$50,000 millones en proyectos esperando su ejecución; en el sector agrícola, tenemos enormes proyectos de irrigación como Chira-Piura, Chavimochic III, Chinecas, Majes Siguas II, entre otros, que fácilmente atraerían el interés de inversionistas importantes. En el sector transporte, existe infinidad de proyectos en carreteras y puentes para ser ejecutados, sea por obra pública, concesiones, obras por impuesto y G2G.

De modo tal que el Perú podría captar niveles equivalentes a un PBI entero en inversión, lo que tendría un efecto enorme en la economía y aumento de la productividad. Entonces, ¿qué explica el penoso escenario al que nos enfrentamos hoy? En primer lugar, el enorme daño que una clase de empresarios mercantilistas le han hecho al prestigio de la inversión privada (‘Club de la Construcción’), que, en contubernio con autoridades políticas, expoliaron al Estado de importantes recursos y privaron a la población de contar con obras de infraestructura.

En segundo término, una clase política caduca, corrupta y decadente, solo preocupada en satisfacer sus intereses a costa del interés público y tesoro nacional y, finalmente, una parte de la izquierda, que nunca comprendió la caída del Muro de Berlín, que se atrincheró en los 60 y que sobre la base de mentiras y engaños lograron impedir que el Estado se beneficie de la enorme renta y posibilidad de acción que la explotación de nuestros recursos naturales significa.

De modo tal que, mientras antes nos deshagamos de este triunvirato de la destrucción, más rápido emprenderemos el camino de la recuperación económica para poder de ahí, con un impostergable paquete de reformas, enrumbarnos por la senda del desarrollo e integración. ¡No hay tiempo que perder!