[OPINIÓN] Paul Montjoy Forti: Ricardo Palma en salsa verde

“El lenguaje que utiliza es soez y picante, pero perspicaz y agudo al mismo tiempo. Así, por ejemplo, en La pinga del libertador, Palma cuenta cómo se había hecho popular aquel dicho porque “donde un español o un americano habrían dicho: ¡Vaya Ud. al carajo!, Bolívar decía: ¡Vaya usted a la pinga!””.
Ricardo Palma en su oficina.

Ricardo Palma, el autor de las Tradiciones peruanas, que han sido editadas un sinnúmero de veces, tiene un lado poco conocido. Existen dieciocho relatos, contados a modo de tradición, en los cuales Palma se burla de personajes como Simón Bolívar, José de Sucre, Ramón Castilla, el clero, entre otros. Palma escribió estos textos para su amigo Carlos Basadre en 1901. En la dedicatoria se lee: “Sabe usted, mi querido Carlos, que estas hojitas no están destinadas para la publicidad y que son muy pocos los que, en la intimidad de amigo a amigo, las conocen”.

Razones no le faltaban a Palma para pensar que aquel libro sería censurado. El lenguaje que utiliza es soez y picante, pero perspicaz y agudo al mismo tiempo. Así, por ejemplo, en La pinga del libertador, Palma cuenta cómo se había hecho popular aquel dicho porque “donde un español o un americano habrían dicho: ¡Vaya Ud. al carajo!, Bolívar decía: ¡Vaya usted a la pinga!”.

En el texto El carajo de Sucre destaca lo contenido que era el mariscal con las palabras y lo compara con otros personajes de la época: “Quizás tienen ustedes noticia del obispo, señor Cuero, arzobispo de Bogotá y que murió en olor de santidad, pues su Ilustrísima, cuando el Evangelio de la misa era muy largo, pasaba por lo alto algunos versículos, diciendo: Estas son pendejadas del Evangelista y por eso no las leo”. Describió la muerte de Sucre de la siguiente manera: “El día de la horrenda, de la abominable tragedia de Berruecos, al oírse la detonación del arma de fuego, exclamó Sucre, cayendo de su caballo: ¡Carajo!, un balazo…Y no pronunció más palabra”.

El general Jacinto Lara, en el relato La consigna de Lara, era un hombre que no podía dejar de decir groserías. Bolívar le pide que lo acompañe a realizar algunas visitas con la condición de que se quede callado. Sin embargo, en una de esas visitas, el libertador le pide que emita opinión sobre una mujer que había dado a luz a dos niños:

“—Excuse usted, señor general, a mi hermana, que se priva de la satisfacción de recibirlo, porque está en cama desde anoche en que dio a luz dos niños con toda felicidad.

—Lo celebro –contestó el Libertador–, bravo por las peruanitas que no son mezquinas en dar hijos a la patria. ¿Qué te parece, Lara?

El llanero, por toda respuesta, gruñó:

—¡Hum... Hum!

Bolívar no se dio por satisfecho con el gruñido, e insistió:

—Contesta, hombre... ¿en qué estás pensando?

—Pues con su venia, mi general, y con la de esta señorita, estaba pensando… en cómo habrá quedado el coño de ancho, después de tal parto.”

Está presente a lo largo de Tradiciones en salsa verde una pulsión sexual explícita que funciona siempre sometida a la burla y la jocosidad. En El clavel disciplinado se había azotado a don Jaime, el mayordomo del virrey Amat, dejándole el “rabo caliente”. A raíz de ello, se había vuelto famoso el siguiente pasquín: “Don Jaime, te han azotado/ Y por si esto se desvela/ A Amat dile que te huela/ El clavel disciplinado”. Amat, ya en España, al enterarse de aquello, contestó: “Que le huela… que le huela…/ Que se lo huela su abuela”.

Palma narra en La moza del gobierno que Ramón Castilla había perdido la cabeza por una muchachita que también cortejaba con Víctor Proaño, un general del Ecuador que residía en Lima. El mariscal Castilla ordenó su destierro. Cuando un ministro del gobierno le comentó que le pareció excesivo lo que se había hecho, Castilla contestó: “Nada, nada, señor don Manuel... este es asunto, hasta de dignidad nacional. Este hombre va bien desterrado, porque siendo extranjero, ha tenido la insolencia de quitarle la moza al Gobierno del Perú… Y sépalo, señor ministro, el Gobierno no quiere aguantar cuernos”.

Mientras que, en Matrícula de colegio, eran tres hermanos gemelos y el maestro se sorprendió de que dos de ellos tuvieran la voz finita (en sus adentros se burla de ellos: “¡Vaya un par de maricones!”). Sin embargo, el tercero tenía un vozarrón. Ante la sorpresa del maestro, el tercer niño le dice:

—Yo le diré a usted, señor maestro, como mi madre no tiene sino dos tetas, ésas sirvieron para que estos dos hermanos mamasen a boca que quieres, y por eso han salido así... pobrecitos de voz.

—Y tú, ¿qué teta mamaste?

—Yo, ninguna.

—¿Cómo ninguna?

—Sí, señor, ninguna; yo mamaba el pájaro de mi padre… y por eso he sacado este vocejón.”

Finalmente, quien se burla termina burlado. Como se puede apreciar, se trata de un desconocido Palma que ha sabido utilizar el humor, el desparpajo y el chisme para construir unos relatos criollos deliciosos que hacen a uno carcajearse y que suman al escritor un perfil inédito e interesante para su estudio. Tradiciones en salsa verde se publicó recién en 1973, después de haber estado oculto por mucho tiempo. Hubiera merecido que alguno de sus hijos, Angélica o Clemente, lo publicase antes por tratarse de una obra precursora en la incursión del humor en la literatura peruana.

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