“Siempre tenemos algo que dar: un favor, una oportunidad de trabajo, un saludo, una sonrisa o una respuesta amable a quien nos llama a ofrecer un servicio por teléfono”. (Foto: GEC)
“Siempre tenemos algo que dar: un favor, una oportunidad de trabajo, un saludo, una sonrisa o una respuesta amable a quien nos llama a ofrecer un servicio por teléfono”. (Foto: GEC)

Entre parrilladas y playa, la Semana Santa a veces nos lleva a alguna reflexión religiosa. Así, me tomo la libertad de entrar a ese ámbito y cuestionar el mensaje de Pablo a los corintios (aquel de “si no tengo amor”). En realidad, ¿no es fácil dar cuando se siente amor a la pareja, familia o amigos?

Pero, ¿qué pasa cuando ni siquiera conocemos al que necesita? ¿Vale menos o, por el contrario, vale más? Hasta los gurús económicos sostienen que actuar cuidando al planeta, los clientes, proveedores y comunidad, da más ganancias en el largo plazo y no dicen que debamos amarlos.

En el caso de las guerras (la de Ucrania no es la única), estas significan conflictos armados y miles de víctimas de las armas y el hambre, pero es posible que vistas de lejos solo se consideren sus impactos económicos. Finalmente, son tragedias ajenas. Si ayudamos a las víctimas, ¿somos ‘campanas desafinadas’? Otro caso, más cercano: en Lima se han perdido millones de empleos y toda esa gente requiere ayuda para alimentar a sus familias. Si ayudamos sin conocerlos (y “amarlos’), realmente, ¿”de nada sirve darles todo lo que tenemos”?

Richard Dawkins, militante ateo, responde a un entrevistador que le pregunta qué pasaría si, al morir, sus teorías resultan falsas y Dios existe y lo enfrenta por negar su existencia. Su respuesta es algo así: “Le diría: lo siento, Dios; faltaba evidencia. Pero he tratado siempre de hacer el bien; y eso es lo que cuenta, ¿verdad?”.

Después de 20 años de educación cargada de religión, 30 de culpa, y haber escuchado la carta a los corintios cientos de veces, busco tranquilidad de conciencia (más dura que la amenaza del mismo infierno) y planteo esta ‘rara’ reflexión de Semana Santa: menos rosario; menos persignarse; menos cruces, pero, más empatía con quienes no conocemos ni “amamos” pero sufren. Más ‘dar’ (tiempo, dinero u esfuerzo). Aun sin tener mucho, o sin amar porque no los conocemos y probablemente nunca lo haremos, siempre tenemos algo que dar: un favor, una oportunidad de trabajo, un saludo, una sonrisa o una respuesta amable a quien nos llama a ofrecer un servicio por teléfono, porque tiene que trabajar recibiendo decenas de negativas por cada aceptación. La caridad empieza por casa, sí; pero puede valer mucho más fuera de ella, y sin ese amor que “es capaz de creerlo todo, (…) de soportarlo todo” porque, en realidad, no es fácil dar a quien no se ama. Y, realmente, ¿cuánto nos amamos en este nuestro país?


TAGS RELACIONADOS