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[Opinión] Patricia Teullet: ¿Y dónde están las empresas?
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Una política, conocida por su buen gusto al vestir, es criticada en ciertas oportunidades por presentarse vestida llamativamente mal; al investigarse, se descubre que estas ocasiones coinciden con la presentación de medidas controversiales. La discusión pública que sigue a estas presentaciones se concentra en la vestimenta utilizada y minimiza la discusión de fondo. La anécdota es de una serie, pero es muy probable que se haya dado en la realidad.
Algo así logró Bellido: su largo saludo en quechua y su masticada de coca ocuparon en el debate más espacio del que merecían. No sabemos si lo hizo astutamente para distraer o, como es su costumbre, solo provocar.
Pocas veces es la presentación al Congreso la que genera o no el voto de confianza. Desde antes, la decisión está negociada y adoptada. Por eso no sorprende que, aun con las duras críticas, la mayoría de los congresistas haya votado por la confianza. Habrá quienes lo hayan hecho porque realmente creen en él; otros, aunque piensen que del gabinete no se puede esperar nada bueno, temen que negando la confianza, arriesguen un paso hacia su disolución.
Más allá de las promesas de ayuda de las que nadie llevará la cuenta ni el impacto, uno de los aspectos más relevantes del discurso fue, paradójicamente, las “ausencias” que ocultan otra agenda, como la de insistir en el cambio de Constitución, no contenido en el texto leído. Otra gran ausencia es el rol de los privados: excesiva confianza en la capacidad del Estado para hacer lo que nunca ha logrado: administrar justicia, dar seguridad, cuidar de la salud y educación y actuar en emergencias para aliviar la pobreza. Esta intervención debería ser complementaria y no continua si, como se dijo, se cree que el Perú es un país rico. Ser rico no significa tener inmovilizados gran cantidad de recursos; ser ricos significa que estos sean aprovechados y que beneficien, vía generación de empleo e ingresos dignos, a todos los peruanos. El rol del Estado no es competir con el privado: es tener buenas leyes y condiciones para que este trabaje y controlarlo. Más allá de lo políticamente correcto del rol de la pequeña empresa (ahogada por la burocracia), respecto a los más grandes, no parece asignársele más importancia que la de ser fuente de ingresos tributarios, omitiendo que es esta la que genera riqueza: revisemos su contribución al empleo formal y al PBI, y comparemos.
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