“Tenemos un presidente cuya estrategia es totalmente distinta: si quiere seguir siendo presidente (lo cual es un tema de supervivencia), a él no le conviene ser recordado”.  | Foto: Joel Alonzo / @photo.gec
“Tenemos un presidente cuya estrategia es totalmente distinta: si quiere seguir siendo presidente (lo cual es un tema de supervivencia), a él no le conviene ser recordado”. | Foto: Joel Alonzo / @photo.gec

Hace años, un político de larga trayectoria, con varias elecciones ganadas y muchas mañas aprendidas y practicadas, decía que lo importante era que la gente te recordara, sin importar si era por tus buenas acciones o por los actos negativos. Este político acumulaba muchos de estos últimos, lo cual no le impedía (sino por el contrario) aparecer en cuanto programa de televisión quisiera invitarlo para opinar sobre cualquier tema o criticar y atacar, sin fundamentos, dañando la reputación de cualquier persona que tuviera en la mira. Total, decía, lo importante era que, al llegar a las urnas, a la gente “le sonara” tu nombre.

Permítanme una digresión: en medio de todos estos escándalos que involucran a las más altas autoridades del Gobierno, con dinero en el baño, grabaciones explícitas y prestos colaboradores eficaces, ¿dónde está Gorriti, el probo y gran acusador de la corrupción, defensor de la “honestidad y verdad”? ¿O es que sus dotes investigadoras solo se “activaban” cuando se trataba de personas previamente seleccionadas y con Odebrecht cayendo siempre parado? ¿Qué fue de la evidencia contundente obtenida por los fiscales Vela y Pérez, que hasta hoy no han podido probar los supuestos delitos de sus acusados y detenidos arbitrariamente durante varios años (salvo quienes eran realmente culpables y pidieron ser colaboradores eficaces)? ¿Por qué el Perú no ha podido obtener prácticamente ninguna reparación de Odebrecht y “sus amigos”? Fin de la digresión.

A diferencia del excongresista de esta historia, tenemos un presidente cuya estrategia es totalmente distinta: si quiere seguir siendo presidente (lo cual es un tema de supervivencia), a él no le conviene ser recordado. Por ello, debe pasar siempre bajo el radar: no responde entrevistas ni da cara a la prensa ni al país, se mueve con sigilo y habla solo con quienes no presentarán cuestionamientos; enfrentando a unos contra otros, se pone al margen y cede visibilidad a terceros. El presidente sabe que, cual pato de feria, mientras menos asome la cabeza, menos probabilidad de que la gente lo tenga presente y le caiga un proyectil, o acusaciones; de estas últimas, casi ni se defiende: las ignora y cambia de tema.

En función a la personalidad y circunstancias, hay otras formas de enfrentar la fama: una tercera es la que tal vez más cinismo requiere, y depende tanto del público como del político mismo: el intercambio almibarado de mensajes de un romance termina haciéndose viral y catapultando la reaparición de Vizcarra como un ridículo, pero romántico “bebito fiu fiu”. Lo peor y más importante es que nos distrae del hecho de que está en campaña y de las acusaciones de corrupción que penden sobre él, porque también para él es cuestión de supervivencia recuperar el poder.

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