“Es el momento en el que necesitamos un Gobierno capaz; un Gobierno que sepa afrontar una crisis. Pero, elegimos mal y todo indica que durará cinco años. Ruego estar equivocada”.  (Foto: Wikipedia)
“Es el momento en el que necesitamos un Gobierno capaz; un Gobierno que sepa afrontar una crisis. Pero, elegimos mal y todo indica que durará cinco años. Ruego estar equivocada”. (Foto: Wikipedia)

“Nos ha sido reservada la obligación de saber y compartir en el mismo instante lo malo que ocurre en cualquier lugar del globo”. La reflexión es de Stephan Zweig en El mundo de ayer, publicado en 1942, después de su muerte. ¿Qué hubiera dicho hoy, cuando los noticieros internacionales muestran a un hombre joven diciendo que esperaba que su esposa “hubiera muerto rápido” frente a imágenes de edificios multifamiliares en ruinas; quemados? Familias buscando refugio, niños secuestrados, cadáveres en las calles. Esa es Ucrania invadida por Rusia (en realidad por Putin) hace ya 100 días y que, una vez más, da la razón a Freud: la guerra prueba que, “la barbarie, el elemental instinto de destrucción es inextirpable del alma humana”.

En El mundo de ayer, Stefan Zweig relata los acontecimientos que vivió antes y después de la Primera y Segunda Guerra Mundial: el espíritu de libertad y desarrollo de las artes que se respiraba en Europa se interrumpieron abruptamente al iniciarse la primera. La gesta de la segunda fue distinta: describe un proceso que se dio lentamente, pero que de forma inexorable llegaría a los crímenes que se cometieron en los años siguientes; como actor cercano (judío austriaco que vivió de muy cerca el origen de la guerra) describe cómo todos intentaban ignorar las señales que, a gritos, advertían de la inminencia de una guerra y se intentaba negociar con un Hitler que logró burlar a todos, incluso a la entonces poderosa Inglaterra, dispuesta a humillarse o pactar cualquier cosa, por mantenerse fuera de un conflicto.

¡Qué lejanas resultan ahora las festivas imágenes del último mundial de fútbol!

La invasión de Ucrania fue inadvertida por la mayoría. Se confiaba en poder mantener el difícil equilibrio de una paz europea y hoy, el temor a la propagación del conflicto o al desenlace que más teme la humanidad ha llevado a los gobiernos más poderosos a reaccionar midiendo el impacto que podría tener cualquier decisión adoptada.

En el mundo, incluso en los países más alejados, se sienten los efectos de la guerra: el aumento del precio de la energía, la inflación y, el que más temen los países pobres, la falta de alimentos y el hambre.

El problema se avizora tan serio que países africanos ya intentan acercamientos a Putin. En el Perú se han dado todas las alertas: los campesinos no pueden pagar por los fertilizantes y la importación será cada vez más difícil y costosa.

Es el momento en el que necesitamos un Gobierno capaz; un Gobierno que sepa afrontar una crisis. Pero, elegimos mal y todo indica que durará cinco años. Ruego estar equivocada.


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