“Lo que es real, transversal e indiscutible es el descontento por el alza de precios y la falta de empleo”. (Foto: GEC)
“Lo que es real, transversal e indiscutible es el descontento por el alza de precios y la falta de empleo”. (Foto: GEC)

Cuando los economistas proyectan el crecimiento, la Semana Santa tiene un efecto interesante que deben considerar debido a los feriados, es decir, días en los que no se trabaja, el mes en el que se da tiene menor crecimiento. Aun así, el Gobierno decidió sumar al martes 5 como un nuevo día de encierro: sin escuelas, sin producción.

Esta semana ha sido incluso más tormentosa que el elevado promedio al que nos hemos acostumbrado: para zafar responsabilidades se quiere distraer y cosechar a partir del enfrentamiento que debería calmar las protestas en las calles; cada cual reclamando algo distinto: desde la renuncia del presidente hasta la aprobación de una nueva Constitución. Pero lo que es real, transversal e indiscutible es el descontento por el alza de precios y la falta de empleo.

Por eso (obviando la desatinada mención sobre Hitler) han sido tan dolorosos los comentarios de dos ministros respecto a “comer pescado en lugar de pollo” o que “no pasa nada si alguien se queda un día sin comer”.

Interactúo a diario con personas cuyas familias no comen el día que no trabajan. No están en planilla ni han recibido bonos del Gobierno, ni durante la pandemia; paradójicamente, son los más desprotegidos, los que no pueden siquiera realizar los trámites que les darían acceso a esa ayuda. Y lo de los bonos es un paliativo, no una solución.

La solución es lugar común en un país bendecido con recursos naturales: atraer inversión para generar crecimiento y empleo. Es impedir que se deje a un pueblo sin agua o que se respete el derecho al trabajo de quienes quieren hacerlo. Y en nada de eso está elevar precios de la leche ni el cierre de minas, ni la exposición de la Policía como carne de cañón frente a turbas que sí están armadas y que nunca serán sometidas a juicio.

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