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[Opinión] Patricia Teullet: El Perú es como su transporte

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Fecha Actualización
Es la tarde del 24 de diciembre y estoy en un taxi atorada en un semáforo porque quienes vienen de la transversal avanzaron sin terminar de cruzar y ahora no pasan ellos ni nosotros, en un nudo formado porque nadie quiso ceder el paso. Todos perdimos. A mi alrededor conté ocho ómnibus, ahora parados pero que varias cuadras atrás venían adelantando a velocidad prohibida para ‘ganar’ pasajeros: no hay sistema ordenado, no hay horarios, solo la competencia salvaje y sin regulación que lleva a tragedias en la ciudad y también en las carreteras.
Entre bocinazos, el calor que ya empieza y la desesperación de los conductores, al lado de los autos hay un carril completamente vacío: es el de las bicicletas que nadie usa en Lima (en 45 minutos conté tres vs. decenas de vehículos que podrían haber estado transitando por allí). Pero hacer ciclovías es políticamente correcto, aunque trasladarse en bicicleta sea materialmente suicida. La moda, el deseo de gastar, la imitación de realidades distintas lleva al absurdo. Las calzadas y veredas están en mal estado y, cuando se les repara, se hace sin cronograma, aviso ni oportunidad; además, cada servicio público que requiere hacer obras lo hace sin coordinar con los demás. Ha habido tragedias a causa de buzones abiertos porque las tapas fueron robadas.
El transporte público subterráneo es una necesidad cuya atención se posterga porque no somos capaces de poner reglas claras ni coordinar con las empresas ganadoras de las concesiones y, así, los microbuses o autobuses que ocasionan el caos son, casi siempre, la única opción para trasladarse. Un viaje de dos horas del hogar al trabajo y viceversa no es inusual: es costo en dinero (suelen ser varias conexiones) y tiempo perdido que podría estar siendo usado de manera productiva o con la familia. Tiempo arriesgado dentro (y fuera) de vehículos que no respetan las señales, que van a velocidad excesiva y que, al ser detenidos o sufren un accidente, tienen acumulados miles de soles en multas que no han pagado ni piensan pagar: a ver quién se atreve a cobrarles. Que, para eso, ahora están las amnistías. Sí, respetar las leyes es solo obligación para unos pocos.
Así es el Perú, donde se imponen la prepotencia del más grande y la informalidad, donde seguir reglas es señal de debilidad, donde el tiempo de los otros no tiene valor, donde la productividad y los ingresos son tan bajos que hacen falta programas para satisfacer necesidades básicas, donde cualquiera puede poner piedras y cerrar el paso, impidiendo el derecho de libre tránsito y resultar impune porque ya estamos acostumbrados y la Policía no se atreve a intervenir porque sabe que será desacreditada y denunciada si acaso se atreve a ejercer la fuerza.
El día en que todos podamos decir que preferimos usar el transporte público porque es más eficiente será que está cambiando el Perú.
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