Foto: Julio Reaño/ GEC
Foto: Julio Reaño/ GEC

Perdimos 2 a 0 en Chile. Desazón, amargura y cólera. Pero ser derrotado en Santiago en realidad no es una novedad. Nunca hemos ganado en la capital chilena por Eliminatorias mundialistas y solo dos veces logramos un triunfo en los 24 partidos jugados en tierras mapochas.

El problema, sin embargo, no está en haber perdido, sino en cómo se perdió. Se puede perder de muchas formas y por varias razones, pero la peor es cuando no se quiere ganar. Y eso es lo que pasó en Santiago, y lo que parece convertirse en la marca registrada de la selección de Juan Reynoso. Cuando mejor es no perder, paradójicamente, la posibilidad de perder crece, y mucho. Los cero goles en tres partidos y los casi nulos tiros al arco contrario son la mejor muestra.

Es una actitud, es una forma de enfrentar las cosas. Es, en suma, la visión del líder que marca la ruta de todo un grupo, que cree en ella a muerte y que se la juega hasta el final. Otros líderes tienen una mirada diferente. Cambian, se adaptan, corrigen, de acuerdo a la realidad que van enfrentando.

Pero, cuando el líder no tiene una visión clara de lo que quiere, o simplemente no tiene idea del camino a seguir, el grupo naufraga, se atomiza. Aflora el desorden, el caos y hasta la anarquía. Eso pasa con quienes no supieron construir un liderazgo, sino que les llegó de carambola.

Dina Boluarte tiene casi un año en el poder y justamente una de las principales falencias de su gobierno es la preocupante falta de liderazgo. La lucha contra la inseguridad ciudadana, por citar un ejemplo, es el problema que más agobia a la gente, pero la presidenta hasta ahora no aparece como realmente comprometida en la lucha contra la delincuencia.

Para construir un liderazgo, equivocado o no, se necesita capacidad y convicción. Dina Boluarte debería empezar a recorrer ese camino.