"Lejos de haber aprovechado el bajón de la pandemia para reorganizar Machu Picchu, creando nuevos accesos y circuitos, ampliando la zona de visita, mejorando la conservación de la llaqta y la experiencia del turista, lo que se ha hecho es retroceder".
"Lejos de haber aprovechado el bajón de la pandemia para reorganizar Machu Picchu, creando nuevos accesos y circuitos, ampliando la zona de visita, mejorando la conservación de la llaqta y la experiencia del turista, lo que se ha hecho es retroceder".

El Mincetur puso como meta 2.2 millones de turistas extranjeros para 2023, lo que representa 50% de prepandemia (en 2019 fueron 4.4 millones). Un resultado mejor que 2022, pero lejos del histórico. Y, por qué no decirlo, muy distante de nuestros vecinos en la región, que ya alcanzaron o superaron los números pre-COVID. Por ello, causa sorpresa el anuncio del Ministerio de Cultura de que las entradas a están agotadas hasta agosto. ¿El flujo proyecta ser la mitad y ya no hay capacidad? Entonces, ¿si estuviésemos recuperados al 100%, no habría tickets hasta el otro año? Algo no cuadra. Sin mencionar el pésimo timing. Justo cuando Machu Picchu está en boca de todos por Transformers, no se puede ofrecer el destino.

Esta situación tiene su origen en una decisión más populista que técnica, tomada hace un año. Otorgar 1,000 entradas diarias a Machu Picchu Pueblo para que haga la venta directa. Esto genera una serie de problemas: Primero, reducimos el número de tickets disponibles para obtener de manera ordenada y formal, vía plataformas electrónicas o en la ciudad de Cusco, lo que limita la oferta en vez de expandirla. Segundo, desalentamos al viajero, porque, si alguien planea venir a Perú para conocer Machu Picchu pero no halla boletos, es probable que cambie el destino. Los más aventureros viajarán confiados de conseguir entradas, pero quedan expuestos a que inescrupulosos los hagan ir al pueblo para decirles que ya no hay tickets ese día pero sí el siguiente, con el fin de obligarlos a consumir alojamiento y comida. Tercero, se fomenta la informalidad a expensas del turismo formal, abriendo la puerta a manejos poco transparentes o incluso corrupción. Como si no fuera suficiente, ¡en paralelo el Mincul ha reducido el aforo! Todo esto impacta negativamente en el segmento receptivo, que hoy es el que tiene mayores perspectivas de crecimiento.

Lejos de haber aprovechado el bajón de la pandemia para reorganizar Machu Picchu, creando nuevos accesos y circuitos, ampliando la zona de visita, mejorando la conservación de la llaqta y la experiencia del turista, lo que se ha hecho es retroceder. Ello perjudica no solo al sector en abstracto, sino concretamente a los cusqueños. Es imperativo que el Mincul tome cartas en el asunto. Si no mejoramos la disponibilidad de boletos, privilegiando la venta por plataformas electrónicas, y si permitimos que la informalidad degrade la experiencia de viaje, tendremos la receta perfecta no para crecer, sino para contraernos.

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