Atrás quedaron los tiempos en los que el Perú lideraba en crecimiento económico de la región. Este año nuestro país registrará una caída del 0.6% (IPE), superando solo a Argentina y a Haití, mientras el bloque de América Latina se expandirá en 2.1% (CEPAL), en conjunto.

Atribuir el mal resultado a factores exógenos, como las protestas de inicio de año, el ciclón Yaku o la desaceleración china; implicaría pecar de autocomplacientes. Desde inicios de 2023, conocíamos el daño que estos eventos le harían a la economía peruana. El problema fue que nuestras autoridades hicieron poco o nada para anticiparse.

El principal responsable no puede ser otro más que el ministro de Economía, Alex Contreras, quien se pasó el año entero haciendo gala de un optimismo absurdo y vergonzoso. Desde febrero hasta agosto, se la pasó negando la recesión y, curiosamente, ajustando a la baja su estimación de crecimiento, de 3.1% a 1%. Recién en octubre aceptó que el Perú estaba en una “recesión temporal”.

Su monumental miopía para leer los aspectos más evidentes de la economía peruana, se vio plasmada en un mediocre programa de créditos suplementarios cuyo impacto es imperceptible. Por optar por medidas ociosas como esta, no se trabajó las expectativas negativas de los inversionistas hacia el Perú.

Por si esto fuera poco, le soltó la chequera al Congreso para que gaste a manos llenas y, acto seguido, pidió un adelanto de utilidades al Banco de la Nación para maquillar cifras y cumplir con la regla fiscal. Lamentablemente, tendremos que aguantar la incompetencia de Contreras hasta marzo (por lo menos), mes de su interpelación.

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