“Les pregunto: ¿Quién va a querer contratar más gente con un gobierno abiertamente antiempresa y a puertas de una recesión?”.
“Les pregunto: ¿Quién va a querer contratar más gente con un gobierno abiertamente antiempresa y a puertas de una recesión?”.

Echar por tierra el trabajo del BCRP para contener la inflación, mediante un estímulo fiscal de S/10,000 millones, destinado a impulsar a la demanda agregada –en un contexto de (i) precios crecientes y (ii) una menor oferta internacional de alimentos–, no es el único problema del plan Impulso Perú del ministro Kurt Burneo.

Existe otro peor, porque afectará directamente las oportunidades laborales de cierto grupo de peruanos. Me refiero a las consecuencias directas de incentivar la contratación de jóvenes de entre 18 y 29 años, lo que implicará necesariamente un desincentivo a la contratación de personas de 30 años a más.

Esta propuesta ya se aplica en Dinamarca y los resultados son malos. A diferencia de los peruanos, los jóvenes daneses tienen la ventaja de poder incorporarse al mercado laboral desde los 16 años, quienes por ley no pueden ganar menos de US$8.45 por hora, salario mínimo que se eleva a US$14.86 por hora cuando cumplen 18 años.

El salto cuantitativo de 76% en la RMV supone un sustancial incremento en el costo laboral de contratación, lo que explica por qué el nivel de empleo para el grupo de personas que tiene más de 18 años se desploma en 33% (Kreiner, Reck & Skov, 2018). Lo mismo ocurrirá cuando los subsidios para contratar jóvenes en Perú desaparezcan cuando los peruanos superen los 29 años.

Ahora, por un momento imaginemos que ocurriese la extrañísima situación en la que el gurú Burneo tiene razón y que los subsidios no generan distorsiones en el mercado laboral. Les pregunto: ¿Quién va a querer contratar más gente con un gobierno abiertamente antiempresa y a puertas de una recesión?

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