Muchos de los que pontifican sobre la honestidad terminar enmarrocados, procesados, acusados o mencionados de una u otra manera en temas de corrupción, señala el columnista. En la foto, el hoy detenido expresidnte Pedro Castillo.
Muchos de los que pontifican sobre la honestidad terminar enmarrocados, procesados, acusados o mencionados de una u otra manera en temas de corrupción, señala el columnista. En la foto, el hoy detenido expresidnte Pedro Castillo.

Todos los días los ciudadanos nos quedamos atónitos frente a nuestras pantallas o teléfonos al ver la dinámica de las noticias que una tras otra develan el nivel de corrupción en el que vivimos. Lo peor de todo es mirar a muchos de los que pontifican sobre la honestidad terminar enmarrocados, procesados, acusados o mencionados de una u otra manera en temas de corrupción. Y de esta “plaga” infecta de la corrupción no se libran derechas, izquierdas, centros o cualquier tendencia con aspiraciones políticas.

Las arcas del Estado son un botín hipnotizante difícil de rechazar para muchos. Han caído en ese pernicioso “estado de éxtasis” expresidentes, gobernadores regionales, alcaldes, ministros, funcionarios públicos de todo nivel, empresarios y ciudadanos que se prestaron al pillaje y que hoy están en la cárcel clamando “inocencia” pese a las evidencias y pruebas que existen en su contra. La monstruosa suma de 24 mil millones de soles que perdió el país en 2022 por causa de la corrupción durante el gobierno de Pedro Castillo, según Nelson Shack, contralor general de la República, al parecer no ha disminuido su “ritmo” por los casos que se siguen descubriendo. De nunca acabar.

Los “destapes” sobre las declaraciones de Jaime Villanueva en las que compromete a fiscales de alto rango, así como a políticos, congresistas, empresarios y periodistas, ya no son para el público una patraña o campaña, no, sino, la verdadera percepción de la realidad, una verdad que nadie les quitará de la cabeza. El país debe resistirse a tener nuevamente presidentes (o autoridades) alcoholizados o proclives a la sensualidad del dinero, o que esconden sus verdaderos “planes” detrás de chalinas costosas, que se vacunen a espaldas del pueblo mientras cientos de miles mueren en una epidemia, o a los que se alían con el terrorismo como Pedro Castillo para dar un golpe de Estado. Mucho menos a proyectos dictatoriales de ninguna clase porque todo ello crea las condiciones para tener una sociedad lumpen y convertirse en un narcoestado o en un Estado fallido. Espero que aún no lo seamos.

Por eso insistimos en la unidad de los demócratas, de los patriotas, para hacerle frente a proyectos totalitarios y poder tener una agenda común que resuelva prontamente los graves problemas de inseguridad que se avecinan, combata a las facciones radicales de izquierda que viven del conflicto social y enfrente con entereza y decisión de una vez por todas a la corrupción.

A pesar de todo debemos mirar el “lado bueno” de esta fatídica historia, con la esperanza de una desinfección a fondo de la política peruana y se termine de expectorar a quienes han traicionado la confianza de los ciudadanos. Después de la tormenta vendrá la calma reza el dicho, y ese será el momento para construir un mejor país. Sí se puede.