Las Fiestas Patrias deben ser, además de una fecha de celebración, una de reflexión sobre qué tan buenos ciudadanos somos. El ejercicio de la ciudadanía no se puede restringir solo a la elección de autoridades cada cinco años y de exigir mejores funcionarios con capacidades técnicas, honestas y transparentes; cualidades que son importantes para un buen funcionamiento de nuestra democracia; sino también, a reflexionar cómo, desde el día a día y desde nuestro rol, somos mejores ciudadanos y contribuimos a un mejor país.
Para tener mejores autoridades y ciudadanos necesitamos mejores personas y, para ello, la formación que reciben nuestras niñas, niños y adolescentes en sus hogares y en la escuela es fundamental. Aquí el rol de los centros de estudios es clave porque la educación y formación no reduce a matemáticas, comunicación y ciencias, materias que sin duda son importantes.
Las escuelas deben ser espacios propicios para que los alumnos aprendan sobre sus derechos y responsabilidades como ciudadanos; internalizar valores éticos como la honestidad, responsabilidad, respeto hacia los demás, la importancia del bien común, y deben fomentar actividades que contribuyan al mejoramiento de sus comunidades. Solo así tendremos mejores personas y consecuentemente mejores autoridades.
La tarea que tenemos en educación es enorme. Tanto la escuela pública como la privada tiene la responsabilidad de contribuir en la formación de buenos ciudadanos; caso contrario, siempre estaremos lamentándonos de las malas autoridades y del poco sentido del bien común en nuestro país.