A pesar de que el funcionamiento del mecanismo ha quedado demostrado, el ministro Maraví parece creer –como es habitual en la izquierda anacrónica– que los principios fundamentales de la economía se pueden cambiar mediante ley. Pero, desgraciadamente, la realidad es bastante más dura: los despidos no pueden evitarse por decreto. Cuando una empresa no factura, solo tiene dos opciones: o reduce costos o quiebra. Si la regulación laboral no da salidas para una disminución temporal de costos en situaciones extremas como esta, las pérdidas de empleo serán mucho más grandes y definitivas. Esto es lo que inevitablemente sucederá con industrias que aún no se reactivan al 100% y que siguen apoyándose en la suspensión perfecta –al día de hoy, unos 10,000 trabajadores se encuentran en este régimen–.