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[Opinión] Joaquín Rey: “Peruano para el mundo”
[Opinión] Joaquín Rey: “Peruano para el mundo” | “No está de más decirlo con claridad: lo que Vargas Llosa ha logrado para el país no lo ha logrado nadie”.
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Siempre estaré agradecido con Mario Vargas Llosa por haberme abierto tantos mundos. Desde los 13 años en que leí un libro suyo por primera vez, ha sido el autor que más he leído y releído. Creo que ningún escritor como Vargas Llosa tiene, al mismo tiempo, la capacidad de crear historias y personajes entrañables, hilarantes o sórdidos (El Sinchi, Jaguar, Cayo Bermúdez, el Cabo Lituma o ‘Pichulita’ Cuéllar, por mencionar algunos), y también contribuir tan significativamente a los grandes debates políticos y sociales de nuestro tiempo con sus ideas.
Vargas Llosa me ha hecho reír al punto de la carcajada con las radionovelas de Pedro Camacho en La tía Julia y el escribidor. Me ha ilustrado con crudeza la inhumanidad de las tiranías en La fiesta del chivo o en Tiempos recios. Me ha aproximado de manera crítica al pensamiento de liberales como Popper, Hayek, Smith o Revel con La llamada de la tribu. En suma, Vargas Llosa ha ampliado mis fronteras y las de muchísimos lectores.
El escritor despertó mi interés inicial por la política con su Conversación en La Catedral –quizás su obra más monumental–, y me inspiró a participar directamente en ella al conocer su propia incursión electoral en El pez en el agua. Este último también contribuyó a profundizar mis convicciones sobre los beneficios de la economía de mercado para el desarrollo de los países y el Perú en particular.
Desde que en 1959 publicara Los jefes han pasado ya 64 años, y la frecuencia y calidad de su producción se mantienen. Lleva 19 novelas, 15 libros de ensayo, 10 obras de teatro, un libro autobiográfico y, por si fuera poco, hace 33 años publica su columna quincenal “Piedra de toque”. No creo que haya otro autor contemporáneo tan prolífico y disciplinado.
Pero Vargas Llosa no se ha limitado a la creación literaria, sino que ha sido una voz permanentemente activa en el debate político y económico peruano y mundial. Es consciente de que las convicciones hay que defenderlas incluso si eso implica ganarse enemigos, comprarse pleitos y, en el extremo, participar directamente en política, como hizo en 1990 en lo que probablemente fue el único movimiento genuinamente liberal en la historia del Perú.
Hoy, 30 años después, cuando el autoritarismo –de derecha e izquierda– parece tener un pico en la región, las ideas de Vargas Llosa en la defensa de la libertad política y económica están más vigentes que nunca.
En un medio en el que la enorme mayoría de intelectuales del mundo están a la izquierda del pensamiento político, Vargas Llosa es uno de los pocos pensadores de derecha de nuestro tiempo. Y es sin duda el más destacado.
Esta inusual mezcla de cualidades, persistencia, valentía y genio es la que le ha permitido a Vargas Llosa lograr lo que ningún intelectual latinoamericano ha alcanzado en galardones y reconocimiento. Su incorporación a la Academia Francesa es un hito más, y uno particularmente importante. Como se ha señalado, es el primer autor en ser incorporado sin haber escrito una obra en francés, y su inclusión rompe con una regla según la cual nadie mayor a 75 puede ingresar a esta cuatricentenaria institución fundada por el cardenal Richelieu.
En un país usualmente mezquino con sus hijos más exitosos, no está de más decirlo con claridad: lo que Vargas Llosa ha logrado para el país no lo ha logrado nadie. Que tengamos la suerte de verlo seguir creando y luchando.
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