"En contra de nuestra historia y la tendencia de la mayoría de países, la Constitución de 1993 estableció un Parlamento unicameral. Esto ha tenido resultados muy negativos para el sistema político". (Foto: GEC)
"En contra de nuestra historia y la tendencia de la mayoría de países, la Constitución de 1993 estableció un Parlamento unicameral. Esto ha tenido resultados muy negativos para el sistema político". (Foto: GEC)

La del Parlamento aprobó un dictamen para volver a la . Esto es, que el Congreso deje de funcionar en una asamblea única y pase a organizarse en dos cámaras distintas y separadas: y Senadores. La propuesta podría discutirse en las próximas sesiones del Pleno. Se trata del cambio constitucional más importante de los últimos 30 años.

En contra de nuestra historia y la tendencia de la mayoría de países, la Constitución de 1993 estableció un Parlamento unicameral. Esto ha tenido resultados muy negativos para el sistema político. Precisamente, el mejor argumento para apoyar el retorno de la bicameralidad es hacer un balance de los últimos congresos. Ellos se han caracterizado por un pobre o nulo debate, normas inconstitucionales, creciente subrepresentación, falta de mesura, obstaculización y abuso. En síntesis: baja calidad legislativa, desvinculación con la ciudadanía y descontrol parlamentario.

Reorganizar el Congreso en dos cámaras introduciría un freno interno. Algunos actos serían revisados por el otro cuerpo legislativo. El recuerdo ochentero de cómo Senadores paró la confiscación de los ahorros aprobada por Diputados debería bastar para ilustrar el punto. No se trata de duplicar funciones, sino de buscar contrapesos, complementariedad y especialización.

La reforma también permitiría aumentar el escaso número de congresistas y darle a cada cámara una procedencia electoral distinta (p.e. nacional vs regional/local). Con ello se lograría una mejor y más completa representación. Acertadamente, el dictamen vincula este objetivo con la devolución del derecho de la ciudadanía de reelegir a los congresistas que cumplan una buena labor. En el 2018, se cortó uno de los pocos lazos que unían al parlamentario con su representado. Sin el incentivo de ganar una reelección, no debe sorprender que la desconexión entre los políticos y la ciudadanía haya aumentado.

Esta propuesta de bicameralidad no es ideal. Es cierto. Tiene vacíos, puntos cuestionables y aspectos que podrían mejorarse (ojalá un debate adecuado en Pleno lo haga). Pero lo perfecto es enemigo de lo bueno. Su consideración global muestra una iniciativa valiosa. Es necesario empezar la reconstrucción del Congreso.