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[OPINIÓN] Hugo Palma: El país de los pasos al costado

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Fecha Actualización
Había una vez un país donde la mayoría de la gente era muy buena. Para ir a trabajar, movía un pie adelante y luego el otro. Trabajaba mucho y al volver hacía lo mismo. Trabajaban en actividades privadas y otros en el sector público. Unos amaban tanto al pueblo que hacían esfuerzos sobrehumanos para “servirlo” y para ello querían “dirigirlo”. Candidateaban a cargos públicos, de presidente de la República a concejal del más pequeño distrito. Y otros como ellos luchaban por ser nombrados en cargos llamados “de confianza”. Y, obvio, nadie merecía más confianza que familiares, compadres, socios y compinches. ¿Excepciones? Siempre las había y las habrá.
Cuando no cumplían las obligaciones de sus trabajos, había una diferencia entre las actividades privadas y las del sector público. En las primeras, se les pedía que renunciaran o se les despedía. En el segundo caso, con el poder se fue haciendo casi imposible despedirlas. Y en los cargos principales, como la gente era muy buena y otro poco por temor a que se molestaran y tomaran represalias, se hizo costumbre pedirles “que dieran un paso al costado”. En otras palabras, que tuvieran la gentileza de no seguir haciendo, en ese momento, aquello por lo que se les pagaba con dinero del pueblo y que, por ser casi siempre “muy poco”, complementaban con actividades nada ajenas a los Códigos de Ética Pública o Penal.
Y a veces funcionaba, porque dejaban su sitio a otra gente que, en muchísimos casos, lo hacía igual o peor. Y se desplazaban un pasito al lado, esperando el momento de retornar o reubicarse en el presupuesto; sin dejar nunca de estar en la foto. Andar de costado se hizo tan popular y destructivo que una persona con mucho poder preguntó públicamente a otra en altísimo cargo: “¿Tan difícil es caminar derecho?”. Y dio un paso al costado.
Pero el problema es que los pasos no pararon de darse. En el “Cangrezoo”, los numerosos cangrejos que hacen “las leyes” dan “pasos al costado” entre los partidos, las bancadas, las propuestas, los cargos y las “convicciones”. Y los dan tan rápido que debe ser por milagro que no se desmayen de vértigo. En la “carrera política” los pasos son permanentes. En un par de décadas pueden vestirse diez camisetas; y dentro de ellas pasar de “ala a ala”.
Andar de costado crea circuitos. Uno geográfico lleva a los caminantes laterales de la alcaldía de una ciudad al gobierno de otra región. El político incluye cantidad de versiones; de partidos nacionales a “frentes”, “movimientos” y más. Uno algo más duro es el que recorren del cargo a la cárcel, expresidentes de la República, ministros, congresistas y “autoridades” de todo pelaje. A veces tras fuga al exterior y larguísimo proceso de extradición, pero sin que ni uno pierda la certeza de que “el pueblo” lo extraña y espera ansioso su retorno al cargo u otro más importante. Y, para que nadie quede en el desamparo, hay otro que lleva del cargo público a “la asesoría”.
Empobrecido y furioso lector, si prohibimos “los pasos al costado” y decimos a quienes viven y pretenden vivir ofendiendo y robando al pueblo que renuncien, se ocupen de sus temas penales y nos dejen en paz, ¿no cambiaría la historia de ese país, que es el nuestro?”.
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