Fernando Villavicencio | Foto: EFE/ José Jácome
Fernando Villavicencio | Foto: EFE/ José Jácome

El 9 de agosto, Fernando Villavicencio, candidato a la presidencia de Ecuador, fue asesinado de tres balazos en la cabeza al finalizar una actividad proselitista. Extraoficialmente, se atribuye el horrendo crimen a una de las más poderosas organizaciones criminales ligadas al narcotráfico, Los Choneros, cuyo líder, alias ‘Fito’, se encuentra cumpliendo condena en la penitenciaría de El Litoral. Los Choneros son una banda que responde directamente a uno de los más poderosos cárteles de la droga, el de Sinaloa.

Villavicencio se había convertido en un objetivo prioritario para estos delincuentes al librar una campaña en contra de la corrupción y el narcotráfico. Este último, días antes de su muerte, había públicamente amenazado al candidato: “Si sigues mencionando a Los Choneros, te vamos a quebrar”. Y así sucedió.

Por el otro frente, Villavicencio también recibía amenazas, pero no de cárteles de la droga, sino del propio expresidente ecuatoriano, Rafael Correa, quien se encuentra actualmente prófugo de la justicia al haber sido declarado culpable de cargos de corrupción y sentenciado a ocho años de prisión. “Pronto se te acabará la fiesta”, sentenció Correa.

Paradójicamente, hoy en Ecuador, es el partido de Correa el que cuenta con mayor simpatía entre la población.El actual presidente Lasso toma una medida muy singular. Convoca al FBI para que colabore en las investigaciones; una medida basada en la poca o nula confianza de Lasso en las propias fuerzas del orden de Ecuador (se argumenta que estas están infiltradas por la corrupción y el narcotráfico). Corrupción al más alto nivel, delincuentes que siguen operando desde los penales, policías y militares corruptos, narcotráfico, una población que respalda a expresidentes corruptos, pobreza, miedo. Ahora vuelva usted a leer desde el principio esta columna. Cualquier parecido con la realidad peruana no es pura coincidencia. Aún estamos a tiempo.