Hace cuatro años empezó el confinamiento en Lima debido a la pandemia del COVID-19. Era 15 de marzo de 2020, domingo. La gente venía de un caluroso fin de semana de verano. El presidente salió en televisión nacional a decir que estaríamos encerrados dos semanas.

La gente rápidamente empezó a enfermar, pero no solo físicamente, sino también mentalmente. Como olía que las cosas se iban a poner feas, hice una primera publicación en mi FB intentando ayudar. Decía: “La cuarentena afecta la salud mental de la gente y esta, a su vez, afecta el sistema inmunológico. Esto no significa que no debamos seguir las recomendaciones de las autoridades, pero sí debemos tomar medidas para que el remedio no sea peor que la enfermedad. Hay que buscar un equilibrio entre la salud física y la salud mental”.

Tres meses antes, en diciembre de 2019, me habían invitado a participar como postulante al Congreso transitorio de un año, luego de que disolvieran el Parlamento. Me lancé con el eslogan “por la salud mental, el deporte y la educación”, ingenuamente creyendo que el siguiente Congreso sería mejor que el anterior. Pero pensé: “Esta es la mía, puedo trabajar intensamente por mi país y hacer algo por la salud mental desde el Estado, y como este Parlamento solo va a durar un año, no voy a salir con cáncer de ahí. Trataré de hacer algo significativo y luego me voy”.

Terminé excluido luego de un mes de campaña. Me excluyeron por no declarar un auto que no era mío.

Según algunas fuentes confiables, ya contaba con 25 mil votos en ese primer mes, básicamente por haber puesto el acento en la salud mental. Pero no salí. Algunos dicen que me salvé. Yo me quedé con ganas de hacer algo más por la salud mental. Luego la cosa se puso peor: vino la pandemia, los duelos, crisis sanitaria y los problemas de salud mental crecieron aún más. Han pasado cuatro años luego de esa inmensa y dolorosa crisis, que vino acompañada con crisis económicas y políticas. Todavía nos estamos recuperando, pero estamos mejor. En lo personal, pasé cuatro años enjuiciado por el JNE luego de esa equivocada exclusión. Me costó caro, emocional y económicamente. Pero la vida es más justa de lo que parece, nos dieron la razón, y gracias a algunas entrevistas, en especial una con Jaime Bayly, obtuve esta columna en la que puedo aportar un granito a la salud mental de nuestra sociedad. A nivel de país, la pandemia demostró lo vulnerables que estamos, pero también que el pueblo peruano es uno de los más solidarios.