[OPINIÓN] Gabriel Ortiz de Zevallos: “Zavalita se hizo la pregunta incorrecta”. (@photo.gec)
[OPINIÓN] Gabriel Ortiz de Zevallos: “Zavalita se hizo la pregunta incorrecta”. (@photo.gec)

El escenario de confrontación política pinta mal. Desde el Congreso, la acusación constitucional contra miembros de la Junta Nacional de Justicia no tiene asidero e implica, en el fondo, someter al poder político del Parlamento a la entidad que debe asegurar la independencia de jueces y fiscales. En términos de institucionalidad es retroceder varias décadas. Igual ocurre con el intento de acusar constitucionalmente a los entes del sistema electoral, que no puede estar supeditado al carácter netamente político que tiene el Legislativo, menos aún un Congreso que tiene 72 o más congresistas imputados en investigaciones fiscales, como alertó . Ese escenario, con niveles de aprobación casi subterráneos, busca lograr una cooptación de instituciones que no solo sería un retroceso institucional grave, sino que difícilmente podrá mantenerse con un Legislativo y Ejecutivo que cometen graves errores de manera constante. La capacidad de atraer al Ejecutivo a personas que mejoren la gestión del Estado ya está limitada como prueba el caso de la presidencia ejecutiva de Essalud, y es posible que hasta los buenos ministros se sientan tentados de dejar el gabinete si es que un escenario así se confirma. Si escoge como titular: “A la presidenta del Perú solo la quieren los CEO, casi todo el resto la odia” ¿qué narrativa se puede anticipar que puede calar en la población peruana cuando se den elecciones generales, sean en 2026 o antes? Si algo ha probado la elección de Pedro Castillo es que el elemento identitario sí importa, incluso cuando el candidato es tan malo como él. En términos de marketing, es como si un pésimo producto lograra tener mercado, demuestra que la categoría existe y que cualquier otro producto de mejor calidad lo podría desplazar. Ese camino solo aumenta el nivel de aceptación popular de candidatos anti statu quo, no veo cómo ese camino podría llegar a un escenario de equilibrio que dé estabilidad de reglas y no más incertidumbre.

Desde quienes han protestado, con argumentos diversos, algunos de los cuales comparto, tampoco hay una apuesta futura clara. El grupo es demasiado diverso, sin líderes claros, y con una diferencia clave respecto a las protestas que culminaron con la salida de Manuel Merino y la asunción de Francisco Sagasti: la composición (o descomposición, si se quiere) del Congreso actual. El incentivo para no adelantar elecciones por parte del Congreso ya lo dejó muy en claro un tuit antiguo de Martín Hidalgo, que acaba de publicar Cuándo se jodió el Congreso: 91 de los 130 congresistas actuales ganan hoy más del doble de lo que ganaban antes de ser congresistas. Y, en la mayoría de los partidos, los líderes no tienen control sobre sus bancadas. Adelantar elecciones requiere 87 votos en dos legislaturas, o 66 más un referéndum. ¿Cómo podrían conseguirse esos votos? Y, aun si eso ocurriera por presión de la calle (que tendría que ser mucho mayor que en el caso de Merino), no se habría incluido las reformas políticas necesarias para elegir mejor. Tendría que aparecerse todo el santoral peruano y adláteres (Sarita Colonia y otros) y amenazar con el castigo eterno para que 87 congresistas en dos legislaturas aprueben los mínimos necesarios.

Siempre he creído que preguntarse cuándo se jodió el Perú es fundamentalmente onanista, como mucho del debate en que nos enfrascamos las élites, que discutimos todo sin resolverle nada concreto a la gente que lo necesita. La pregunta relevante es cuándo podemos entendernos un grupo suficiente para que esté menos jodido. Se ha vuelto un país donde la informalidad y la pendejada pagan, y así no hay futuro posible, menos aún en uno con revoluciones tecnológicas y problemas globales que se suman a brechas terribles, incluso agravadas por la pandemia y la crisis. O logramos un grupo suficiente que busque soluciones pragmáticas a problemas reales o vamos a estar jodidos siempre, preguntándonos desde cuándo lo estamos, no sé bien para qué.

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