Foto: AFP.
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Como resultado del triunfo de Milei en las primarias argentinas y de su propuesta de dolarizar la economía, esta se ha vuelto tema de discusión. Es una propuesta efectista electoralmente, ¿pero es práctica o factible? Cuando trabajamos la propuesta alternativa de plan económico que presentamos a Fujimori, en junio de 1990, descartamos la dolarización o el tipo de cambio fijo y no nos equivocamos. El esquema de flotación sucia del tipo de cambio funcionó en nuestro país porque implementó reformas importantes como un férreo control fiscal, la independencia del BCRP y la prohibición de que este financie al gobierno, el uso de ‘inflation targeting’, las reglas fiscales que limitan los déficits y una fuerte acumulación de reservas, entre otras. Argentina tiene mucho que aprender de la estabilización peruana en los 90.

La clave en un programa de estabilización es el equilibrio fiscal, fundamental para anclar las expectativas de los agentes económicos. La única ventaja de dolarizar es impedirle al banco central emitir la moneda, que serviría de poco si no eliminan los desequilibrios fiscales. Asumir que estos se van a reducir automáticamente porque ya no hay moneda propia es iluso, ya que llevan décadas de malos manejos y los desequilibrios son enormes. Se estima que habría que recortar el gasto público del 40% del PBI alrededor de 25%, un ajuste brutal que tendrán que hacer con dolarización o sin ella. Milei propone una fuerte reducción del gasto fiscal, eliminando subsidios, racionalizando el Estado, y liberando precios. Si lograra hacerlo no requeriría dolarizar.

Una dolarización exitosa requiere suficientes reservas de dólares para canjearlos por los pesos en circulación, equilibrar las cuentas fiscales y tener precios y salarios flexibles. Además, necesitaría un poco probable consenso en el Congreso. ¿De dónde saldrían esos dólares en un país sobrendeudado y con pocas opciones de financiamiento? Dolarizar implicaría una muy fuerte devaluación, inflación muy fuerte al principio y una enorme caída de los salarios reales de los trabajadores. Un shock más fuerte que el requerido bajo una política de flotación.

Otro problema de la dolarización es que, en el caso de un ‘shock’ externo, al no poder devaluar, todo el ajuste requerido para sostener la economía y la dolarización lo asumirían completamente las empresas y trabajadores, mediante una reducción de sus ingresos y salarios para contrarrestar la pérdida de competitividad. Al dolarizar se subordina la política monetaria a la de EE.UU. que tiene ciclos diferentes. Es cierto que buena parte de la economía argentina está dolarizada, como ocurrió en otros países que entraron en hiperinflación, pero varios optaron por permitir las dos monedas hasta que la gente recuperó la confianza en la suya (i.e. Perú). Dolarizar completamente tiene altos costos, es irreversible y sin un fuerte ajuste fiscal es impracticable, por lo que dista mucho de ser una medida mágica.


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