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[Opinión] César Luna Victoria: “Una nueva sinfonía de amor”
Contaré de cartas de amor que escribieron dos muchachos: Laurie, inglés, en 1918, y Saigo, japonés, en 1945. Leo la carta del inglés: “Dios te bendiga, cariño, y a todos los que amo y me aman porque, sin su amor y confianza, desfallezco y fracaso. Pero no te preocupes, corazón mío, porque continuaré hasta el final”. La carta del japonés, 27 años después, decía lo mismo. El inglés la escribió, probablemente, en la víspera de la batalla de Amiens, al final de la Primera Guerra Mundial, y el japonés en la víspera de la batalla de Iwo Jima, al final de la Segunda.
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Contaré de cartas de amor que escribieron dos muchachos: Laurie, inglés, en 1918, y Saigo, japonés, en 1945. Leo la carta del inglés: “Dios te bendiga, cariño, y a todos los que amo y me aman porque, sin su amor y confianza, desfallezco y fracaso. Pero no te preocupes, corazón mío, porque continuaré hasta el final”. La carta del japonés, 27 años después, decía lo mismo. El inglés la escribió, probablemente, en la víspera de la batalla de Amiens, al final de la Primera Guerra Mundial, y el japonés en la víspera de la batalla de Iwo Jima, al final de la Segunda.
Como ellos, en la noche antes de las batallas, millones de soldados escribieron cartas parecidas. Tenían que defender una posición, luego tomar una colina un poco más allá y, finalmente, ganar la guerra. Pero, a la mañana siguiente, cuando salieron de las trincheras para enfrentarse a las balas y a las bombas, no les importaron los objetivos militares ni las arengas de sus comandantes. Para enfrentar a la muerte, millones de soldados, en todo el mundo, durante toda la historia, solo han pensado en los que aman. No es la fe la que mueve montañas, ni las ideologías, ni las ciencias. Es el amor.
Las CADE (Conferencia Anual de Ejecutivos), de costumbre, me han parecido escenarios de guerra. IPAE, que es quien las promueve, convoca a especialistas para diagnosticar los problemas del país. Durante un año imaginan soluciones para proponerlas en la conferencia. Se invita a personajes internacionales y académicos de renombre para que expliquen el contexto. Paneles de expertos debaten por qué estamos como estamos y cómo salir adelante. Líderes, de uno y otro lado, intercambian pareceres y compromisos. Alguna que otra estrella motiva la acción. Como si fuesen estrategias y arengas. Pero nadie escribe cartas, quizá porque se sabe que no habrá batalla, que la crisis siempre puede esperar, que los negocios pesan más. Por eso y tanto ser más de lo mismo entre los mismos, la conferencia devino en la excusa perfecta de cócteles para cultivar relaciones y ventas. Pero, en esta edición, la crisis era diferente. La economía se está parando, pero eso es lo de menos. Ahora la crisis es que el Estado se derrumba. Nos los dijo Ignacio Briones: así podrán seguir creciendo, pero no van a tener país, tendrán un Estado fallido.
El colapso inminente hizo que oyéramos las angustias de los que ya están en guerra. Para muestra, tres paneles. Uno, muchos recién se enteraban de que millones de peruanos sufren hambre y que será peor. El panel de la lucha contra el hambre demandó solidaridad, como en las catástrofes. Su principal argumento no fueron las estadísticas, sino la voz quebrada en cada intervención. Puso el dolor sobre la mesa y eso vale más que mil razones. Dos, el poder político que puede evitar el deterioro institucional está en manos de tres mujeres a cargo de la Corte Suprema, la Fiscalía de la Nación y la Defensoría del Pueblo. Aguerridas y dando cara. Aplausos de pie, larguísimo. Tres, la visión de futuro de los jóvenes. A pesar de su edad, cargan fracasos y éxitos. Por eso su esperanza no es la ilusión ingenua del que recién empieza, sino el reclamo del que ya ha sufrido. Quieren quedarse en este país y quieren que exista. Quedó atrás el puro conocimiento (macro bien, pero micro mal; productividad y competitividad; cerrar brechas y reducir informalidad). Lo importante ahora es lo más básico: salvar la democracia para que el país funcione. La propuesta final se salió del guion: coraje, para pasar del dolor a la esperanza. Este CADE nos cambió. Piense en los que más quiere. Escríbales una carta de amor. Parece que, esta vez, sí habrá batalla.
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