[OPINIÓN] César Luna Victoria: Recuerdos del futuro. (Foto de Ernesto Benavides / AFP)
[OPINIÓN] César Luna Victoria: Recuerdos del futuro. (Foto de Ernesto Benavides / AFP)

Hay muchas manos metidas en nuestro futuro, menos las nuestras. No tengo que detallar las veces que el mundo nos ha visto con preocupación y, más recientemente, como un país fallido. Eso significa que, para los demás, somos un país quebrado políticamente y frustrado socialmente. Es verdad que mucho de eso lo explica nuestro presidente, convertido en un meme para burla internacional. Felipe del Rincón, en una entrevista en CNN, le repitió una y otra vez que era un incapaz absoluto. Para la anécdota, Antauro Humala calificó todas las evidencias de corrupción como las de un simple ladrón de gallinas. Pero ya estuvo bueno. Nuestro presidente es lo que es y lo viene siendo desde hace rato. Lo que no se entiende allá afuera es cómo nosotros acá dentro tampoco hacemos nada. Para el resto del mundo, los incapaces empezamos a ser nosotros.

Veamos un caso. La economía mejora, el empleo formal se recupera, la recaudación tributaria crece y la inversión pública compensará parcialmente la caída de la inversión privada. En los últimos cinco años, nuestras exportaciones no tradicionales han crecido 200% más que Chile, 80% más que Colombia y 45% más que México y Brasil. Siempre bien en la macro. Tenemos una inflación histórica de 8.5%, pero promedio en estas épocas. Sin embargo, más del 40% de esa inflación se debe al incremento de precios de alimentos y energía. Compare, en el último año, el precio minorista de la papa blanca, ha crecido en 184% y el de la papa amarilla en 240%. Carolina Trivelli ha comentado la encuesta del IEP que muestra que el 89% ha ajustado su consumo. Empieza a ser crítico para el 56.6% de peruanos, que no saben si podrán seguir alimentándose. A pesar de los niveles de pobreza que hemos sufrido, el hambre no ha estado entre nuestras preocupaciones. Mal alimentados, desnutridos quizá, anémicos si quiere, pero no hambrientos. Se nos viene una crisis alimentaria que puede ser enorme. Somos una sociedad fallida porque esa sola posibilidad no nos conmueve ni nos organiza.

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Mientras tanto, en la escena oficial, el presidente ha logrado que la OEA nombre una comisión para analizar nuestra situación. El presidente simula ser un perseguido político y desliza que las denuncias para investigarlo son preparatorias de un golpe de Estado. La OEA se ha comprado ese discurso. Más que repudiar la intervención, debiéramos aprovecharla para exponer toda la evidencia que lo criminaliza. La movida puede serle fatal a mediano plazo. Sin embargo, nuevamente, el problema no es ni debe ser el presidente. Seguimos pegados al proceso constitucional para ver si conseguimos los votos para botarlo. No los hay y no los habrá en tanto no se realice un pacto político. Revisemos la crisis del 2000 por la caída de Fujimori. A pesar de que su partido controlaba el Congreso, toda la cadena de mando para sustituirlo renunció o fue censurada. La foto final era impensable: Luz Salgado, una de las figuras históricas del fujimorismo, cedía la banda a Valentín Paniagua como presidente de transición.

¿Qué pasó? Se conversó con sinceridad, sin mezquindades, con los intereses sobre la mesa, sin repartijas ni prebendas. Algunos pusieron prestigio, pero todos aportaron la convicción de que, en medio de crisis políticas, no hay lugar para nada más que reconstruir democracia. Aunque no estuvieran en el Congreso, todos influyeron, el Congreso cedió y se fueron todos. Lo más relevante: se acordaron políticas públicas de emergencia. Muchos de esos personajes notables ya no están y, en su lugar, hay otros que no dan la talla. Pero usted y yo seguimos siendo los mismos, acaso mejores.

¿Entonces, volvemos a pactar?

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