[OPINIÓN] César Luna Victoria: “Para hacer bien el amor, hay que ir al sur” (Foto: Yorch Humaní)
[OPINIÓN] César Luna Victoria: “Para hacer bien el amor, hay que ir al sur” (Foto: Yorch Humaní)

Sigue la protesta, pero sin muertos. La diferencia es que no es espontánea. En el sur y en el oriente, donde es más agresiva, hay un núcleo líder, integrado por el sindicato de construcción civil, el Sutep regional, las comunidades campesinas o nativas, los comités de mercados y las federaciones de campesinos. Se suman organizaciones menores y una que otra nueva autoridad política, pero solo como acompañantes. Los líderes, al resultar responsables, han rechazado la infiltración de delincuentes que promovían incendios, destrucción y saqueos, ausentes en esta versión enero 23. El bloqueo de carreteras desaparecerá dentro de poco, porque la economía post-COVID no lo tolera por más tiempo. En recesión y con pobreza en aumento, la gente tiene que trabajar día a día para subsistir. Con la protesta en retroceso, sus plataformas pierden fuerza. En efecto, a partir de abril, la renuncia de Boluarte no adelanta elecciones, el cronograma no se puede acortar más; tampoco piden que se reponga a Castillo, sino que no lo detengan injustamente; y la separación para formar repúblicas independientes solo es discurso de algún dirigente desesperado por llamar la atención.

Sin embargo, el malestar no desaparecerá. Explotará por cualquier razón y la plataforma a la mano será una Asamblea Constituyente. Es tarde para convocarla. Pero las elecciones generales de abril de 2024 pueden resultar, en la práctica, un plebiscito. Así que a prepararnos. La discusión sobre el régimen económico debería estar zanjada. Difícil argumentar un cambio luego de los argumentos de Waldo Mendoza (Gestión, 3 de enero). No obstante, el debate no es intelectual. Tenemos el antecedente del referéndum para crear la cámara de senadores y para permitir la reelección de congresistas. Había consenso, pero bastó que Vizcarra dijera que no, por las broncas con el Congreso, para precipitar votos que evitaron la reforma. Así que razones y cifras no ganan elecciones, aunque sean contundentes. Si vamos a los sentimientos, la Constitución fracasó en su gran promesa política: la regionalización. Fue un error de Toledo precipitarla sin generar capacidad de gestión y de García convertir cada departamento en una región, cuando correspondían estructuras mayores, como las macrorregiones que ahora espontáneamente se organizan para la protesta. La regionalización debería haber servido para descentralizar el poder y, a partir de ella, construir ciudadanía y sociedad en todos los rincones del país. Para corregir el proyecto no se requiere cambiar la Constitución. Pero la gente, en el mundo de los sentimientos, no lo ve así. Si queremos evitar el riesgo de discutir una nueva Constitución, la batalla por ganar será la de concretar desde ahora un nuevo modelo de regionalización.

Habrá que tender puentes a las organizaciones que lideran la protesta. Mérito tienen: los Sutep regionales, por ejemplo, le están ganando la batalla al Sendero – Movadef en el sindicato de maestros; y los sindicatos de trabajadores, como el de construcción civil, cada vez concilian mejor con las empresas. El Estado debiera auxiliar oportunamente al sur en las heladas que se anuncian para reducir el enorme malestar en la zona aimara, y prever la crisis alimentaria para subsidiar la pobreza urbana. Es una oportunidad para sentir que no somos una sociedad en crisis terminal. La protesta, con todo su desbarajuste y sus muertos, puede ser un punto de quiebre. Si trabajamos con ganas de tener éxito quizá, al final, como en el fútbol, terminemos abrazados sin importar las diferencias, solo porque nos sentimos camiseta de un mismo país, ciudadanos de una misma república.

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