"Montaner simpatizó con la revolución cubana, que, como a muchos, les traicionó primero culpándolos de desleales por no transformar a Cuba en una democracia y luego por culpar a los disidentes de 'traidores a la patria'”. (Foto: EFE/Archivo/ Giorgio Vera)
"Montaner simpatizó con la revolución cubana, que, como a muchos, les traicionó primero culpándolos de desleales por no transformar a Cuba en una democracia y luego por culpar a los disidentes de 'traidores a la patria'”. (Foto: EFE/Archivo/ Giorgio Vera)

A comienzos de mayo de este año, el intelectual y periodista (CAM) escribió un artículo que tituló ¨Mi última columna¨, en el cual, con su habitual honestidad, confesaba abiertamente que “me jubilo sin júbilo alguno” porque “padezco de parálisis supranuclear progresiva […]. Se caracteriza por impedirme conversar bien y leer, más allá de los titulares (Linda, mi mujer, y nuestra hija, Gina, me leen los diarios)”. El 30 de junio Montaner falleció en Madrid.

Más allá de simpatías ideológicas, Montaner fue un hombre noble y brillante como se puede apreciar en sus excelentes columnas, ensayos políticos y novelas como “Otra vez adiós” (2012), una historia de amor y supervivencia cuyo protagonista escapa, primero, del nazismo, luego del destino trágico barco Saint Louis que llevaba 937 refugiados e intentó abordar en varios puertos del continente americano para que, finalmente, solo 29 fuesen recibidos en La Habana y, finalmente, huyó de la dictadura castrista. Montaner simpatizó con la revolución cubana, que, como a muchos, les traicionó primero culpándolos de desleales por no transformar a Cuba en una democracia y luego por culpar a los disidentes de “traidores a la patria”. Con 17 años se asiló en la embajada de Honduras en 1969 para comenzar de cero a los 18 en Miami.

En un artículo titulado “Carlos Alberto Montaner, el Mentsch” (10-05-23), la periodista Alicia Freilich (por cierto, mi madre) le y lo (d)escribió: “Buena persona, humana, digna, justa, noble, dada, responsable, admirada en sus pequeñas y grandes acciones y omisiones, acucioso familiar, probado patriota, laborioso, tenaz, temible adversario intelectual, amigo generoso y solidario, de sentimientos puros. Todos debemos trabajar en nosotros mismos para influir sobre los que nos rodean y así colaborar en la creación de una sociedad llena de Mentschen”. “Su columna vertebral ADN –sin o con pausas–, la que sostiene toda su biografía existencial, es el ‘mentcheskait’, que, traducido a medias del yiddish, sería ‘cadena vital de honesta bonhomía’”.

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